CAMALEON
Lun, 24/10/2011
La noticia conmociona, de repente el mundo se torna grisáceo, triste, desolado. A la madre de familia el médico le ha diagnosticado cáncer de mama y el mundo se vino encima. Ahora, el dilema es cómo transmitir la mala nueva a los hijos de tal manera de no trastornarles su rutina; parece que es un asunto de dos, de los padres, que solo ambos deben enfrentar el duro transe. La enfermedad revelada es un enemigo al que de inmediato hay que hacerle frente dejando a un lado la angustia y la parálisis que su presencia ha generado.
Todo comenzó con un comentario que la señora hace a su marido: “siento una bolita en el seno derecho, me han dicho que debo consultar al ginecólogo inmediatamente no vaya a ser maligno”. El ginecólogo explora y dictamina que debe hacerse una mastografía. Este paso se hace no sin angustia. La antesala está repleta de mujeres que asisten con el mismo fin, la interrogante las aniquila, algunas se desvanecen antes o después de la revisión, de ese tamaño es el miedo a una mala noticia.
El siguiente paso es la biopsia, cuyo resultado lleva algunos días de angustiosa y tensionada espera; para quien tiene capacidad para pagar de su peculio a un patólogo el trámite es menor, no así para quien depende de la seguridad social pues, además de la apesadumbrada situación, en no pocas ocasiones enfrenta al estado de ánimo de quienes por burocracia o ya insensibles al dolor ajeno por lo consuetudinario del caso, se muestran displicentes. En ello mucho tienen que ver las lamentables condiciones financieras por las que atraviesa el sector salud.
El veredicto es tronante: “Es cáncer lo que usted padece, es necesario operar de inmediato, extraeremos la mama y acaso los ganglios para evitar riesgos adicionales”. El impacto es severo, pareciera que de repente las puertas de la muerte se han abierto. No es una enfermedad cualquiera, esta tiene fama de mortal, de allí la premura para enfrentarla. Ese trance se asemeja al torrente de un río crecido, de turbulentas, frías y oscurecidas aguas en cuya corriente se cae y una vez allí lo único que queda es nadar, nadar frenéticamente para sobrevivir, evitando la barca de Caronte, y pasar a la otra orilla cargado con un bagaje rico en experiencias. Sino se lucha, el mal prospera e irremediablemente llega el colapso.
“¿Sexo débil?” ¡Qué va! Ese es el cuento más inteligente y astutamente narrado en la historia del hombre durante el breve patriarcado. Ante el aprieto, la mujer se agiganta y lucha con fiereza por su vida; por cierto, no precisamente por ellas en sí, sino para ganar tiempo y dedicarlo a los hijos y nietos. Mujeres “afortunadas” en el adversidad las hay, pues libran al primer impacto la agresión; otras no corren con la misma “suerte” y deben sufrir la pena de la mutilación, a veces doble; a ella se enfrentan hasta con galanura y muchas consiguen llegar a la otra orilla para contarla y solidarizarse con casos similares aportando desinteresadamente apoyo anímico y experiencias.
Otras, numerosas por desgracia, no logran la meta y pasan a formar parte de las dramáticas estadísticas que nos informan que en 2010 fueron 5 113 las mujeres que fallecieron víctimas del cáncer de mama.
Al sistema de salud mexicano lo integran las instituciones de seguridad social que el Estado Benefactor creó para un importante segmento de la población, IMSS e ISSSTE destacan. Además, en todo el país hay 43 Centros Estatales de Cáncer; Hidalgo, Morelos, Quintana Roo y Tlaxcala adolecen de la falta de uno. En Veracruz tenemos el privilegio de contar con el Centro de Cancerología, uno de los mejores en la república mexicana, que, con tumbos por la crisis financiera por la que atraviesa el gobierno estatal, ofrece sin embargo un estupendo servicio médico; que pudiera ser de excelencia si se le proporcionara el apoyo y la atención que corresponde a una institución de esta naturaleza. Habría que enfatizar que el tratamiento del cáncer de mama tiene un costo cercano a los 30 mil pesos, cada 21 días.
El Seguro Popular protagoniza un papel de primordial importancia porque apoya a la población no asegurada y más menesterosa; en no pocos casos su existencia es condición sine qua non para salvar vidas humanas.
Parientes de los enfermos internados en el CECAM tienen la intención de apersonarse en el Congreso local para solicitar de los legisladores más recursos en el presupuesto para mejorar la atención. Ellos conviven con las penurias que cotidianamente allí se presentan: falta de medicamentos, aparatos descompuestos, insumos de laboratorios de dudosa calidad, proveedores en retirada porque no les han pagado sus entregas, etc. Y en esto último se incluyen laboratorios subrogados, alimentos, medicinas, etc., todo agravado por el incremento desmesurado de la demanda del servicio.
Con motivo de la celebración del día Internacional de la lucha contra el Cáncer de Mama, según algunos legisladores federales, desde la Comisión de Salud se procurarán mayores apoyos en el paquete económico de 2012. Ojala sea posible, porque, según las tristes estadísticas, en nuestro país cada dos horas muere una mujer por cáncer de mama, un padecimiento que antaño se daba en mayores de 40 años de edad, pero que en la actualidad ataca indiscriminadamente, aún a menores de 25 años.
Pero, al cáncer de mama habrá que agregar otros males de no menor agresividad; el cáncer cervicouterino cobra víctimas mortales con mayor incidencia. Las camas del CECAM son mudos testigos de esta calamidad de los actuales tiempos.
En la reflexión, siempre será preferible portar un moño rosa que uno negro. Prevención es la palabra. Es una responsabilidad del gobierno llevarla a cabo a través de campañas que persigan informar a la población que a las enfermedades, aún las más graves, es posible combatirlas con éxito si se detectan a tiempo. Razones de carácter cultural, como el machismo en el hombre o el extremo pudor en las mujeres, multiplican los casos graves de cáncer de próstata y el cervicouterino. De allí la necesidad de campañas preventivas, orientadoras, un grito a tiempo salva vidas. Lo demuestran las prácticas en los países desarrollados en donde la medicina preventiva evita que los grandes hospitales se saturen de enfermos casi terminales.
Indudablemente nosotros estamos a medio camino, solo la voluntad política de los gobernantes podrá acelerar el paso. Buen inicio es combatir el mal que atosiga al cuerpo social de este sufrido país: la corrupción; al abatirla el dinero podrá alcanzar para atender las necesidades colectivas en salud, en infraestructura hospitalaria, en educación etc., nada fácil pero tampoco imposible. ¿Moño rosa o moño negro? La disyuntiva no es problema: portar el moño rosa es señal que estamos de pie.
alfredobielmav@hotmail.com http://www.oterociudadano.org.mx/
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