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lunes, 24 de octubre de 2011

Le urge a México un Jefe de Estado Por Héctor Yunes Landa

ARTICULISTA INVITADO




Aunque ya me he referido antes a este tema, vale la pena insistir a la luz de los acontecimientos recientes y por el riesgo que representan: El presidente Felipe Calderón no entendió nunca lo que significa ser Jefe de Estado y las implicaciones de su actuación.

Sus desafortunadas declaraciones sobre la situación del narcotráfico en Veracruz ante miembros de organizaciones civiles en contra de la violencia, dejan manifiesta una vez más su incapacidad de argumentar con otra cosa que no sean ataques y descalificaciones. Pero lo que sin duda es una muestra de su desequilibrio es la declaración insensata ante un medio estadunidense culpando al PRI de querer pactar con la delincuencia organizada. Ambas aseveraciones muestran su obstinación en perpetuarse en el poder sin importar incurrir en la más burda ilegalidad, pero sobre todo, exhiben la incomprensión del lugar que ocupa y su incapacidad para desempeñarlo.

Ya desde 2006 cuando era candidato a la presidencia, sustentó su llegada a los Pinos en una negra campaña de desprestigio y agravios al candidato Andrés Manuel López Obrador, una campaña artera como nunca la habíamos visto en este país. Ahora, el presidente vuelve a hacer uso de sus galas y compromete sin más pruebas o sustento que sus palabras y su “parecer”, la responsabilidad de un gobierno como el de Veracruz, que siendo víctima de la guerra ocasionada por él mismo, y a pesar de demostrar total disposición para combatir a la delincuencia, está sufriendo la perversa estrategia de Calderón, que ha intentado trasladar la culpa de la violencia nacional a los gobiernos estatales.

Con sus ataques viscerales al PRI demuestra que no tiene realmente ninguna prueba contra nadie, porque de tenerlas ya las habría usado. Trata con estas difamaciones de provocar miedo en la ciudadanía con la mentira de que el PRI quiere negociar con el narco y con el cuento de que “es un peligro para México”, tal como lo hizo en 2006 con el candidato del PRD. Su parcialidad raya en el cinismo, ¿Por qué no dice que Vicente Fox, representante ilustre del PAN, grita a los 4 vientos que hay que pactar con el narco? Ahí si hay pruebas, solo que no le conviene decirlo, a pesar de que es la voz del ex presidente más reciente, surgido de su propio partido, y esto va en contra de su estrategia electorera.

Es claro que ni siquiera le importa ya ganar la guerra que desató ni la situación de caos y desorden social que habrá de heredar. Porque ninguna guerra a lo largo de la historia se ha ganado con un Estado polarizado y una nación dividida. El caso de Colombia requirió una unión de todos los bloques políticos para lograr ponerle un alto al narcotráfico y un pacto entre las fuerzas políticas para vencer a los cárteles. George Bush, otro ejemplo, necesitó el apoyo de los demócratas para la guerra contra Irak, y sobran ejemplos similares en la historia. Calderón se la ha pasado atacando a los partidos, a los gobiernos estatales y municipales –del PRI y del PRD, por supuesto-, a los empresarios, a las iglesias, a los sindicatos, a los medios de comunicación, a las universidades, a las ong’s y a todos los sectores que no se han plegado a su único objetivo: una guerra insensata, que en opinión de muchos su único resultado es que ha propiciado cuantiosas fortunas para quienes manejan el presupuesto de la seguridad nacional, además de más de 50 mil muertos oficialmente reconocidos.

Los ataques del presidente sólo van dirigidos convenientemente a los estados en los que gobierna la oposición. Está más que clara su intención de asfixiar a los gobiernos priistas y perredistas rumbo a la elección presidencial de 2012. Y en ese afán de entregarle la banda presidencial a un desdibujado y gris Cordero, está permitiendo, el sí permitiendo, que los grupos de delincuencia organizada, sigan avanzando en nuestros estados, para poder así atacar a sus gobernantes.

El Gobierno de Javier Duarte trabaja todos los días y de todas las formas posibles para ponerle fin a esta penosa situación. Él no se ha detenido a mirar el color partidista del gobierno del Presidente, le ha abierto las puertas a los operativos federales, ha cooperado con el Ejército y la Marina para implementar estrategias de seguridad en todo el Estado, pero sobre todo, ha sabido mirar por encima de partidismos hacia el bien superior producto de todas estas acciones: la seguridad de su gente.

Es lamentable para los ciudadanos caer en la cuenta que el actual ha sido un sexenio perdido, que Felipe Calderón ha desperdiciado el tiempo en tratar de vengarse primero del PRD y ahora del PRI, y embarcando al país en una guerra sin futuro. Pero como dice el sabio refrán “No hay mal que dure cien años” y a éste solo le falta uno.

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