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sábado, 1 de octubre de 2011

Acertijos Por: Gilberto Haaz Diez


*Debate, que algo queda. Camelot.

AQUEL DEBATE

Estamos a 50 años de aquel debate que hizo que un joven candidato, John F. Kennedy, hiciera morder el polvo a su contraparte, Richard M. Nixon, uno que le aventajaba en todo: experiencia política, marrullería, en todo menos en imagen.
Cuentan los historiadores que Kennedy utilizó las herramientas de su juventud: guapo, joven, majo, bostoniano, ojo-alegre, encamador, daba cuenta ante las televisoras de que sería una sangre nueva en el argot político, como ahora da la imagen Enrique Peña Nieto, con el que todos quieren debatir.
Los que escucharon el debate por radio, juran por sus abuelitas que lo ganó Nixon.
Pero los que vieron la tele, juran y perjuran que Nixon se veía avejentado, sudoroso, apretando aquellito, ruco y flaco, ojeroso, cansado y sin ilusiones.
La televisión llegaba a irrumpir en lo que ya jamás se dejaría, los debates ante las televisoras y radiodifusoras.
Las tres grandes cadenas de TV alistaron sus cámaras. CBS, ABC y NBC enfocaron a los dos y Kennedy salió triunfante.
Ese debate lo vieron 77 millones de personas, el 60 porciento adultas.
Kennedy llegaba totalmente palacio, bronceado porque había estado en California tomando el sol y tirándose a lo que se encontraba a su paso, hablo de las mujeres de su vida, aún no llegaba Marilyn.
El pobre Nixon salía de un hospital, curándose una reuma y un dolor fuerte de rodilla, pálido y demacrado.
No era el primer debate de la historia.
Lincoln ya había debatido con Douglas en 1858, pero no existía ni radio ni TV, lo oyeron los que por allí pararon oreja. Que era casi nadie. Y unos cuantos chismosos.
En las afamadas universidades, como Harvard, hay tratados de cómo debatir. Y los de Lincoln-Douglas, y Kennedy-Nixon, sirven de puntos de referencia.

FERNÁNDEZ-ZEDILLO

Debates en la historia ha habido. Los griegos eran perrones para ello.
En México hubo uno que aún se cuenta. Aquel cuando el barbón Diego Fernández de Cevallos arrasó con lo que quedaba de Cuauhtémoc Cárdenas y del aburrido Ernesto Zedillo y, cuando los venció a ambos dos (Fox dixit), en lugar de que como buen romano luciera las cabezas en sus manos, emprendió la graciosa huida, se alejó de los reflectores y, dicen los malquerientes, que Carlos Salinas sonrió, pues lo que habían acordado se cumplió. Fernández de Cevallos se alzó con el triunfo, pero no quiso ir por la presidencia. Se apanicó, o vaya a usted a saber qué ofertas recibió. Tiempo después, Diego probó una sopa de su propio chocolate, ante Televisa debatió una mañana con Andrés Manuel López Obrador. El Peje le dio una sanjuaniza de su tamaño: “Eres un farsante, Diego”, le espetaba a su cara, y a Diego la barba se le enarbolaba, como bandera.

ANTIGUA GRECIA

Esquilo, Sófocles y Eurípides, debatían en la antigua Grecia en el Teatro Griego. Aquello debió haber sido un tratado de bien hablar, y de oratoria fina. En México, quitando aquel de Diego, cuando apaleó a los dos, los demás que ha habido no han trascendido. Son más aburridos que Buganza cuando explicó a dos páginas en los diarios estatales el porqué del acto legal contra los twuiteros. Ahora todos quieren debatir con Peña Nieto, el más encumbrado de los candidatos. Ebrard, Cordero, Chepina, Creel y hasta lo que queda de Cuauhtémoc Cárdenas, que quiere ser el Lula mexicano, después de tres intentos fallidos ir por la cuarta. En la actualidad veracruzana, Duarte, Yunes y Dante debatieron un buen día, pero nada trascendió. Pasó de noche. Pero estaba con Kennedy.

A LA PRESIDENCIA

Ese debate histórico de Kennedy-Nixon, sirvió para que el senador joven se levantara con la victoria. Estados Unidos vivió un nuevo orden mundial. Sangre nueva llegaba a la presidencia. El charm de Camelot irrumpiría hasta que un fuego cruzado en Dallas cambió esa historia. Aquella mañana de ese 26 de septiembre de 1960, Kennedy llegaba con su staff de irlandeses al foro televisivo, venía abajo en las encuestas, lo sabía. Aún era desconocido senador y cómo le veían joven y católico, desconfiaban de él. Nixon era un perverso marrullero. De ese viejo PRI, perdón, de ese viejo sistema político que agrada a la derecha, a los ahora del Tea Party. Si uno ve las fotos o los videos de ese día, Nixon está cabizbajo, pensativo, a lo mejor llegó medio crudo, o crudo y medio. Kennedy firme, derecho en su asiento, la pierna cruzada con estilo. Esa foto da cuenta de cómo era uno y cómo era el otro. La victoria y la derrota en ambas caras.

IMÁGENES

Hoy las campañas políticas y los debates, además de la TV, que proyecta imagen sutil y acaramelada, como la que Televisa le proyecta a Peña Nieto, existen las redes sociales. Los twuiteros y facebokeros serán puntas de lanza. Ya se comprobó con Obama, cuando no dejaba la Blackberry para mensajear con millones de americanos. En España, Zapatero ganó la elección gracias a las redes sociales de los twuiteros. Cuando los atentados, que Aznar culpó a la ETA sin serlo, hicieron que ese marcador cambiara de la noche a la mañana. Millones de ellos se dieron cuenta del engaño, con su red mágica de Blackberrys los españoles dieron la voltereta al marcador y Rajoy, que se perfilaba unos días antes para ser el presidente de Gobierno, tuvo que tragar el polvo por las mentiras presidenciales. No se necesitó de la televisión para ese resultado, fueron las redes sociales la que lograron un cambio en España.
Comentarios: haazgilberto@hotmail.com

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