Seguro dirá usted que el título
de esta colaboración es una exageración. Quizá tenga usted razón, pero antes de
dejar sanjada esta discusión, permítame darle algunos ejemplos.
En nuestro país, cualquier persona puede
tomar las calles, carreteras y bloquear lo que se le antoje, a sabiendas de que
no hay autoridad que haga cumplir la ley.
Tiene usted un historial interminable de muertes de mujeres en Ciudad
Juárez Chihuahua, que viene de años atrás del triunfo de Vicente Fox en el
2000, y a la fecha ni panistas, ni priístas en el gobierno, han esclarecido esa
terrible mancha en la justicia mexicana.
Tenemos zonas de Zacatecas y del bajío
dónde bandas perfectamente organizadas lanzan a una vanguardia de mujeres y
niños a detener trenes de carga en marcha, cerrando las válvulas de aire
comprimido, y una vez detenido el tres, éste es saqueado mediante cientos de
camiones y camionetas, en una acción perfectamente estructurada. Uno de cada
cien trenes de carga es asaltado de esta manera actualmente.
Los famosos cerezos, esos centros de
readaptación social, son tierra sin ley, dónde bandas de internos controlan los
penales y aplican su propia ¨ley¨ y su propia ¨justicia¨. A todos nos consta después de haber visto la
película ¨presunto culpable¨, que en México se fabrican delincuentes a modo de
las autoridades policiales, con el fin de fingir que cumplen con su deber de
proteger a la sociedad. Así, tenemos
cárceles llenas de inocentes, y calles llenas de culpables. Además, quizá lo
más importante, no hay ni procuración ni administración de justicia en nuestro
país.
Las arbitrariedades realizadas por el
ejército en infinidad de detenciones, hoy multiplicadas por las detenciones a
los grupos de autodefensa, sin aplicar la ley, sino simplemente aplicar el
criterio de un funcionario ignorante de la propia ley, hacen recordar que desde
la revolución, los mexicanos le tenemos más miedo a las autoridades que a los
delincuentes. Ya ni se diga de las arbitrariedades y abusos de policías
municipales, estatales, judiciales, federales, etc.
Vive usted en un país en cuya capital se
bloquean arterias importantes, se ataca violentamente a las autoridades, se
dejan decenas de policías heridos, y no pasa nada. No hay gobierno, no hay
autoridad que haga valer la ley.
A fin de cuentas, el problema de raíz
sigue siendo el mismo, la nula aplicación de la ley en México, salvo honrosas
excepciones y siempre en perjuicio del particular y en beneficio del poderoso o
del criminal. El que en un país la ley
no se aplique, implica que no hay gobierno, hay anarquía, y cada ciudadano hace
lo que quiere. Si un país avanza, es
porque su población busca avanzar, a pesar de la falta de autoridad. (Recordemos que Bélgica a estado más de un
año sin gobierno y no pasa nada).
Pues en México simplemente no hay
gobierno. La impunidad reina, la ley no se aplica y a nadie le preocupa ni el
interés ni la seguridad, ni la vida de los mexicanos. Obviamente, a las autoridades menos que a
nadie. Y van dos ejemplos. En México se venden automóviles sin el
mínimo de tecnologías de seguridad que se exigen en la mayoría de los países
civilizados del mundo; las carreteras son inseguras y muy mal señalizadas. Esto genera una enorme cantidad de muertes
por accidentes de tráfico. Tenemos el séptimo lugar a nivel mundial de muertes
por accidentes viales, con costos elevadísimos por los daños permanentes a las
personas, y por los costos propios de los accidentes. Aún así, a ningún legislador le interesa
generar leyes que obliguen a las armadoras a vender sólo autos con todas las
tecnologías de seguridad. Leyes que eviten la circulación de vehículos en mal
estado. Leyes que impidan que cualquiera obtenga una licencia de conducir, a
pesar de no saber lo mínimo indispensable para circular por las calles. Leyes
que obliguen a las autoridades a responsabilizarse por los accidentes causados
por el mal estado de las carreteras y vialidades, o por la falta de señales. Esas vidas, y esos miles de heridos
anualmente a nadie le importan en México.
El otro ejemplo es muy trillado. Los
bancos extranjeros aplican cobros e intereses muy superiores a los que sus
gobiernos les permiten en sus países sede.
La razón es sencilla, mientras en sus países, los ciudadanos importan y
los gobiernos están para protegerlos, en México el ciudadano vale menos que una
cucaracha aplastada por una llanta en medio de la carretera, y por ello los
bancos pueden abusar y generar cobros brutales. A fin de cuentas, saquean la
riqueza mexicana, vía el saqueo a cada mexicano, con la venia y la bendición
del gobierno federal, de los diputados y senadores, que tienen otros intereses,
distintos a la protección de los bienes y del patrimonio de los mexicanos.
Ahora dígame si usted sigue pensando que
en este país hay un gobierno, o si alguien de verdad gobierna, y sobre todo, si
alguien gobierna en beneficio de los mexicanos.
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