Hace diez años le explicaba yo a mi hijo
(pre adolescente en ese entonces) que había una conspiración a nivel de los
grandes poderes del país en contra de Petróleos Mexicanos. Señalaba yo uno a uno los detalles que me
habían llevado a esa conclusión. Como por ejemplo, dejar de apoyar al instituto
mexicano del petróleo, ignorar a la asociación de ingenieros petroleros
mexicanos, sustituir a personal con experiencia, por nuevos trabajadores, sin
la mínima experiencia en asuntos petroleros. Eliminar literalmente cualquier
apoyo o recurso económico a la investigación y desarrollo de nuevas tecnologías
petroleras. Etc.
En aquéllos ayeres, le decía yo a él, que
el plan a largo plazo era convencer a los mexicanos de que PEMEX no es viable
en manos de los propios mexicanos, y que en lugar de ser un beneficio para la
nación se convertía en una carga. Así,
jamás se buscó eliminar o cuando menos reducir la corrupción existente, tanto
en el sindicato y sus agremiados, como entre el personal de confianza y en particular
los altos niveles de asalariados, quienes al tener poder de decisión, en unos
pocos años salían con cientos de millones de pesos en sus bolsillos.
No había ni habría (así le decía yo hace
diez años a mi hijo) nuevas inversiones y nuevos desarrollos. Los pozos que
estaban manteniendo a PEMEX poco a poco decaerían y no habría nuevas
prospecciones para sustituirlos. A pesar
de tener excelentes técnicos en los ingenieros petroleros, veríamos como poco a
poco, harían más dependiente a la empresa de tecnología extranjera. Veríamos también que a pesar de la necesidad
de una o varias refinerías en el país, éstas se convertirían en ofertas de
campaña pero jamás en realidades, pues el objetivo último era desmantelar la
industria petrolera nacional y entregarla a manos privadas, esas mismas manos
que desde puestos del gobierno día con día saboteaban a PEMEX.
Hoy, después de diez años, vemos que esos
grandes objetivos, trazados desde hace más de dos décadas, comienzan a dar
frutos. La población mexicana,
-ignorante en estos temas-, confía en un gobierno que busca desmantelar lo poco
que queda de benéfico para los mexicanos.
Dos partidos políticos se han unido para quitarle a la Nación su
patrimonio. Escuchamos enérgicas
peroratas tanto del PRI como del PAN en el sentido de convencer a la población
sobre los beneficios de la privatización de actividades hoy reservadas al
estado mexicano. Iguales a las
escuchadas en otra época sobre los beneficios de privatizar a los bancos, y que
hoy se han convertido en minas de oro para sus propietarios –extranjeros- y
fuentes de saqueo de los bolsillos de millones de mexicanos, a ciencia y
paciencia de un gobierno, coludido con los intereses económicos, y olvidado de
los intereses de sus gobernados. En
México los bancos tienen usos y abusos, que ni en sus propios países les
permiten sus gobiernos. Aquí tenemos gobiernos
sumisos y entreguistas, a quienes no les importa en lo más mínimo el desarrollo
y el bienestar de los mexicanos, sólo se interesan en ingresar cuantiosas
¨comisiones¨ en sus bolsillos.
Pedro Aspe, Jesus Reyes Heroles, y otros
más, otrora altos ejecutivos tanto de Hacienda como de Pemex, hoy trabajan para
las empresas petroleras transnacionales, para obtener la mejor reforma posible,
que les beneficie a esas empresas, no a los mexicanos. A estos y a otros personajes de su calaña, no
se les puede calificar de traidores, pues no tienen patria, solo un gran amor,
al dinero y al poder.
Mañana pagaremos las gasolinas a precios
internacionales, mucho más caras que hoy, mientras que los salarios seguirán
normas nacionales, diez veces más pequeños que en aquéllos países dónde se
pueden comprar gasolinas caras. Veremos
desmantelado el escaso sistema de
bienestar del que hoy gozamos, impuestos elevados y empobrecimiento
generalizado de la población. Veremos a
un México históricamente condenado a ser saqueado por los extranjeros, gracias
a malinches del siglo XXI. Y veremos
también a muchos mexicanos sumisos como hoy, aceptando las siguientes
vejaciones y abusos, gracias a su desinterés, y a su capacidad también
histórica de ser saqueados y humillados por todo aquél que huela a extranjero.
Yo esperaría antes que privatizar o
concesionar, algunos cambios, como combate a la corrupción de funcionarios y
empleados, sindicalizados y de confianza; reinversión en tecnología: reducción
de la plantilla de personal; transparencia absoluta en todas las operaciones y
licitaciones de PEMEX; construcción de una refinería (cuando menos); Recursos
para desarrollar tecnología propia para aguas profundas y para
Chicontepec. Y luego de esto, viendo
resultados positivos, entonces pensar en las posibles ventajas de concesionar
lo que a México le convenga. Pero
mientras esas condiciones no se den, espero que no pase la reforma del
presidente Peña Nieto.
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