Arturo Reyes Isidoro
El encabezado del diario español El País de ayer domingo dice: “El padre de Andreas Lubitz, un hombre ‘completamente abatido’”.
Se refería al testimonio del alcalde de un pequeño poblado de Los Alpes franceses de apenas 150 habitantes, el más cercano a la zona del impacto donde se estrelló el martes pasado un avión de bandera alemana que dejó un saldo de 150 muertos incluida toda la tripulación.
El alcalde pudo comprobar su profundo abatimiento, dice el diario, cuando llegó también a la zona del impacto con su demás familia. “Estaba hundido; completamente abatido. Me pareció ver a un hombre que cargaba a sus espaldas todo el drama”.
Aunque con el paso de los días y las horas algunas autoridades han querido atenuar el señalamiento directo que hicieron en un principio, la grabación de la “caja negra” de la nave reconfirma que el joven copiloto Andreas Lubitz, de 27 años, estrelló el avión a propósito.
Quizá quiso suicidarse de esa forma, o tal vez sufrió una crisis por la enfermedad mental que padecía y que ha quedado al descubierto con la investigación que se abrió, según medios periodísticos alemanes, aunque tanto por el testimonio de su pareja como de las palabras que se escuchan en la grabación, todo indica que había premeditado bien todo lo que hizo, porque incluso ocultó una incapacidad médica por la que no debió volar ese día.
Como padre de familia que es uno sólo basta ponerse en lugar del padre de Lubitz para imaginarse todo lo que ese hombre debe vivir y sufrir tanto por la pena de la muerte de su hijo como de las demás víctimas inocentes. Cómo no va estar abatido. Debe estar deshecho y, en efecto, debe estar cargando a sus espaldas todo el drama, la culpa ante los familiares de las demás víctimas, a falta de su hijo, el responsable. Quizá nunca se recupere. Quizá muera pronto de pena. Pero él no fue ni es el responsable ni el culpable por la decisión que tomó su hijo. Seguramente nunca hubiera querido que quitara la vida a muchas personas más. Hoy él es también otra víctima más, acaso la número 151 del trágico suceso, aunque con vida como para cargar por el resto de sus días con la responsabilidad tratando de quitársela a su hijo.
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Quien piense que la tarea de gobernar es fácil, qué alejado está de la realidad. Es tan complicada como que la realizan hombres y mujeres, seres humanos de carne, hueso y sentimientos, que también son hijos, que se enfrentan a los problemas propios de su responsabilidad, pero que también tarde o temprano corren el riesgo de verse en medio de un conflicto de intereses personales familiares que tal vez es el que nunca quisieran que se les presentara.
Es del dominio público que la joven periodista Maryjose Gamboa accidentalmente atropelló y causó la muerte con su vehículo a una persona el año pasado en el municipio de Boca del Río, donde además era funcionaria municipal del gobierno panista. María Josefina, su nombre completo, se había caracterizado por su crítica sistemática y con índice de fuego contra el Gobierno del Estado y en especial contra su titular Javier Duarte de Ochoa a raíz de que fue despedida de sus trabajos en una estación de televisión y en otra de radio, que atribuyó a una represalia por su línea editorial de crítica a la administración estatal.
La noche del accidente ella no huyó del lugar del atropellamiento, tampoco rehuyó la responsabilidad y no opuso resistencia a ser detenida. Pero desde el Gobierno del Estado, en especial desde la entonces Procuraduría General de Justicia, vieron que se presentaba la gran oportunidad de ajustar cuentas con ella por esa línea editorial crítica y acaso por atreverse a colaborar con un gobierno opositor cuyo jefe político es enemigo acérrimo de la cúpula gobernante, y en lugar de darle al caso el tratamiento legal normal como hubiera ocurrido si se hubiera tratado de otra persona cualquiera, deliberadamente se ensañaron en su contra buscando aplicarle todas las agravantes de tal forma que no pudiera salir en libertad y que pasara el mayor tiempo posible en la cárcel.
El resto ya es conocido. Finalmente la justicia federal le hizo justicia, la amparó y hoy, como debió haber ocurrido desde un principio, luego de siete meses de prisión continúa bajo proceso pero en libertad bajo fianza.
Pero ahora han aflorado detalles humanos narrados por la propia Maryjose el viernes 27 de marzo en su columna “Al aire…” que publica en el diario Notiver, que involucran a la madre del gobernador, María Cecilia de Ochoa de Duarte, que hablan muy bien de la señora y que dejan entrever que pudo haberse presentado un conflicto familiar, madre-hijo, por causa del encarcelamiento de la columnista.
El jueves 26 de marzo –según narra Maryjose– coincidió en dos actos con doña Ceci, como es cariñosamente conocida, pero además compartieron la misma mesa y en uno de ellos, en el Club Naval de la zona conurbada Veracruz-Boca del Río, “debo decirlo”, la madre del gobernante “fue muy amable en todo momento”, tanto que cuando se despidieron, “cuando me acerqué a ella me tomó de la mano y me dijo felicidades hija”. Vino entonces otro detalle.
La señora De Ochoa de Duarte aprovechó el momento para decirle también que habló con su madre (de Maryjose) en una ocasión (cuando la columnista estaba en prisión), que la periodista dice que fue un encuentro casual en una iglesia “y mi mamá le dijo que su hija era inocente que no se valía lo que le hacía el gobernador”. “La señora respondió que los hijos llega una edad en la que deciden solos”. Las palabras finales del encuentro fueron: “Gracias señora, salí gracias a un abogado bueno y valiente, pero le agradezco sus palabras y aunque estemos en lados distintos tiene usted todo mi respeto”.
En un segundo acto se volvieron a encontrar, Maryjose ya con su hijita, y la señora De Ochoa de Duarte llegó un momento en que la invitó a que se pasara junto a ella “para que no estuviéramos solitas”. Se lo agradeció, según narra, no lo hizo, pero la señora “siempre muy educada”, ella “cero prepotente, cero grosera, al contrario amable y sin poses… humana”.
¡Carajo! Qué lección de ambas mujeres. Qué detalles tan humanos que hacen reconciliarse a uno con la vida de saber que por encima del poder tan efímero de los hombres, de sus acciones y consecuencias, está la nobleza de espíritu, el lenguaje que nace del corazón, un sentimiento que sólo puede provenir de la Divinidad.
A doña Ceci no la conozco personalmente, pero le expreso toda mi admiración y respeto. Como padre de familia que soy también de hijos adultos creo entenderla muy bien como madre de familia que es. Qué difícil debe ser a veces para ella vivir el tiempo de su hijo en el gobierno, cuántas noches de desvelos, de preocupación debe vivir por la enorme responsabilidad que tiene su hijo, por las decisiones que toma y las consecuencias que tienen o pueden tener. En efecto, cuánta razón tiene: llega un momento en la vida en que los hijos deciden solos y no nos hacen caso. Te pido por favor que no te metas, es asunto mío, nos dicen luego; o, por favor, no te metas porque tú no sabes de esto, yo sé lo que hago. ¿Ocurrió algo así entre madre e hijo por causa de Maryjose? ¿Acaso en la intimidad familiar doña Ceci llegó a abogar por Maryjose en un acto de solidaridad por cuestión de género, de madre de familia a madre de familia? ¿Cuando la invitó a sentarse junto a ella para que no estuviera “solita”, acaso con un gran sentido humano pensó en ese momento, se imaginó lo que la joven debió haber vivido y padecido en prisión? Qué bueno que el poder de su hijo no la ha transformado y que no ha perdido su esencia de madre, y que como buena madre trate de resarcir una falla de su hijo, que para ella debe ser el mejor hijo del mundo.
A Maryjose, mis respetos también y mi admiración. Me da gusto saber que el encierro no la dañó, que la fortaleció como ser humano, que sus buenos sentimientos han derrotado cualquier sentimiento de odio, de rencor, de venganza, y que es capaz de reconocer la nobleza de un ser querido de alguien que le causó daño. Ella también es madre y Dios sólo sabrá compensarla.
Nada mejor que un hecho así, de reconciliación, de mucho sentido humano, en vísperas de la Semana Santa que ahora vivimos y que para quienes creemos en Dios nos reconforta y nos lleva a pedirle que también nos reconcilie siempre con todos nuestros seres queridos, con nuestros amigos, con nuestros conocidos, con nuestros compañeros.
¡Qué mujeres! Cuánto les tenemos que aprender a las mujeres.
Quién dice que gobernar es fácil.
Lector, te dejo descansar. Acabaré de checar mi salud en el DF, atenderé asuntos personales en Xalapa y también viajaré a Coatzacoalcos para ver y estar con mi madre, ya de avanzada edad y con todos los achaques encima. Pero, sobre todo, por los días que corren, con la ayuda de Dios buscaré y trataré de reconciliarme conmigo mismo. Nos reencontraremos el próximo 6 de abril.