Entrevista al autor (junto a Marta Franco) del libro Optimismo para periodistas
Según los resultados de una encuesta realizada recientemente por la web de empleo CareerCast,
solo hay un profesión peor que el periodismo: la de leñador. Pareciendo un tanto exagerado, el dato no deja de revelar el descontento de un sector cuyas
cifras de desempleo son alarmantes y en el que los afortunados que tienen trabajo, lo suelen
disfrutar en unas
condiciones de preocupante precariedad. No parece el mejor contexto para que los periodistas sean optimistas, pero las lamentaciones no van a mejorarlo. La revolución que llega de la mano del nuevo entorno digital ofrece múltiples oportunidades para aquéllos que estén dispuestos a asumir los cambios en la profesión. Lo tienen claro
Miquel Pellicer y
Marta Franco, autores del libro
Optimismo para periodistas: Claves para entender los nuevos medios de comunicación en la era digital. Sin esconder que existen situaciones intolerables, Pellicer lanza en esta entrevista un mensaje de ánimo a los profesionales y los medios, a los que insta a arriesgar en sus propuestas y a no temer a los pequeños fracasos que aguardan en el camino hacia el éxito. Al fin y al cabo, hace un año el periodismo ocupaba el último lugar de la lista de CareerCast, por detrás del noble arte de cambiar leña. Vamos avanzando.
-¿Qué razones tiene un periodista para ser optimista en un contexto tan precario como el actual?
-Hay varias. Primero, a pesar de que los datos de proyectos que han quebrado y de periodistas que se han ido a la calle son elevados, hay oportunidades, puntos en los que se puede avanzar en la profesión. Cada vez hay más iniciativas que se construyen a partir de la idea de pequeñas redacciones, periodistas que se encuentran en el paro y forman colectivos… Las grandes cabeceras se están sustituyendo por estos proyectos que, pese a su tamaño, poco a poco están creciendo.
JotDown,
Acuerdo,
Eldiario.es,
Yorokubu,
La Marea,
The Objective… Nunca habíamos tenido tantas herramientas para informar, se tiene que reinventar el modelo de negocio, pero el público está cada vez más activo y permite potenciar los contenidos. No solo se puede trabajar en un medio convencional, se pueden montar proyectos, trabajar para varias empresas o marcas…
-En cualquier caso, si hace falta un libro como Optimismo… será porque el ambiente reinante en la profesión es de pesimismo…
-El título fue lo último que elegimos, es verdad que es un poco provocativo. El proyecto surgió de forma muy espontánea. Marta tenía un blog, yo tenía otro, a ambos nos gustaba como escribía el otro y decidimos colaborar trabajando en documentos compartidos. Cogimos un poco de carrerilla y decidimos hacer un libro aportando nuestra experiencia. Ambos hemos trabajado en diferentes empresas, sabemos cómo se construye una redacción, qué estrategias hay que implementar para aplicar a personas diferentes, sobre todo de generaciones diferentes. Esto es básico, porque una redacción no es homogénea, hay gente más predispuesta y otra menos. No es cuestión de ser súperfans de las redes sociales, pero el periodismo está cambiando y nos tenemos que adecuar. La reflexión global del libro son las claves para entender cómo está cambiando.
-Las herramientas digitales están revolucionando la forma de hacer periodismo, pero ¿está cambiando también el paradigma que regía el fondo?
-Creo que la profesión se debe regir por cosas básicas como la honestidad, el rigor o el contraste de informaciones. Eso es lo que rige el viejo periodismo, el presente y lo que debe regir el futuro. Es verdad que tenemos más herramientas. Hace 20 años, si querías hacer periodismo, tenías que pasar por un peaje que se llamaba medios de comunicación. Actualmente no; hay espacios construidos unipersonalmente y proyectos de pocas personas, editores de contenidos como WordPress o Blogspot, las redes sociales permiten construir un mensaje y unos contenidos propios. Todos estamos construyendo comunicación, simplemente a los periodistas nos rigen unos determinados criterios, pero hay gente que no es periodista y está haciendo cosas con rigor.
-¿Por qué a muchos veteranos les cuesta tanto asumir el cambio?
-Quizás porque una o dos generaciones antes tenían trabajos en los cuales era muy fácil acabar jubilándose. Ahora, muchos pensaban que lo harían en el medio en el que empezaron con 18 años y se dan cuenta de que la empresa no está dispuesta. Acaban con ERE, reducciones de plantilla… Creo que la actitud es una forma de
neoludismo, no se destruyen ordenadores ni redes sociales, pero hay una opinión en contra: ‘todas estas herramientas nos están poniendo al mismo nivel que nuestros lectores y no puede ser porque nosotros tenemos una profesión’. Cuando pensamos que estamos por encima de nuestra audiencia, no entendemos el mundo actual ni la comunicación. Antes era fácil equivocarte y pasar desapercibido. Ahora si te equivocas en un artículo tus lectores te lo van a decir. Hay gente que lo acepta y otra que no.
Portada de ‘Optimismo para periodistas’
-¿Va a quedar sitio para los que no acepten las nuevas circunstancias?
-Creo que no, nos tenemos que adaptar. No a los
minijobs, los sueldos bajos, formas que económicamente desprestigien la profesión, no defiendo eso. Nos tenemos que adaptar en el sentido de ser como esponjas, aprender, moldearnos. Cuando hace 20 años empecé a estudiar periodismo me enseñaron muchas cosas que ya no me sirven. No podría vivir pensando aún que hay una distinción entre prensa escrita, radio y televisión, porque ahora las radios hacen de teles, los medios escritos tienen
podcasts, al final todo es un conglomerado de contenidos. Las empresas, los medios, los periodistas, te sirven información en diferentes formatos. Estoy en contra de la precarización del trabajo y creo que hay grandes medios que están usando a los periodistas como chivos expiatorios, pero es verdad que tenemos que hacer un cambio de chip y eso cuesta. Somos unos profesionales que en teoría explicamos cómo cambia la sociedad y a veces nos cuesta entender que nuestra propia profesión está cambiando.
-¿Las estructuras de las redacciones tradicionales son realmente inviables en la era digital o es una excusa de las empresas para reducir costes?
-Muchas empresas, no solo periodísticas, están usando la crisis como excusa para adelgazar los costes de personal. En algunos casos tiene sentido, pero en otros se hace muy injustamente, cuando los balances económicos no son tan malos. Muchas empresas están perdiendo mucho dinero al hacer periódicos o televisiones, pero otras se toman excusas y se paga al periodistas poco sueldo por hacer mucho trabajo.
-¿Están las grandes cabeceras españolas a la altura de las innovaciones que están liderando los referentes mundiales? Estoy pensando en los ejemplos del New York Times, elWashington Post o el Guardian que citáis en Optimismo: Snow Fall, Tomato Can Blues,Cycling’s road forward…
-No. No me gusta criticar por criticar, hay gente que está haciendo muy buenas cosas, pero yo creo que hay poca innovación en España, nos gusta poco arriesgar. Pensamos demasiado en el éxito, y a veces antes de alcanzarlo tienes que fracasar. Es una cuestión filosófica, en la cultura anglosajona está muy asumido, pero fracasar en España, Italia o Grecia es como un pecado. Es verdad que hay pagar unas nóminas, unos costes de producción y distribución, pero hay que innovar un poco. En la prensa anglosajona las aplicaciones móviles muchas veces tienen que ver con el concepto de servicio, es algo fundamental. Mientras en España las aplicaciones son puramente informativas, muchas de las de los periódicos americanos o ingleses tienen guías del ocio, pasatiempos, estadísticas de fútbol… Al final un periódico no deja de ser un servicio público, no se trata solo de editorializar. En el libro ponemos el ejemplo de La Vanguardia. Cuando se creó a finales del siglo XIX en la portada no aparecían noticias, sino esquelas y otros servicios. Hemos perdido el tren en este sentido, pero aún se puede recuperar.
-¿Cómo ha cambiado la forma tradicional de hacer reporterismo?
-No creo que haya cambiado tanto. Para hacer reporterismo tienes que salir a la calle. No se puede hacer desde una redacción con el teléfono y las noticias de agencia. Obviamente no puedes hacer reporterismo si un partido político te convoca a una comparecencia sin preguntas. Tampoco deberíamos aceptar que en un mitin te sirvan las imágenes los partidos. El periodista tiene que estar in situ contando lo que pasa.
-Pero desde el punto de vista técnico, ¿no se resiente la calidad del trabajo cuando un solo reportero tiene que hacerlo todo a la vez? Preguntar, escribir, hacer fotos, grabar vídeos, retransmitir los acontecimientos en directo…
-Sí, se resiente mucho. Hay que buscar el equilibrio entre encontrar profesionales que tengan varias competencias y los que estén especializados en una determinada. Muchas veces ves periodistas que salen con la cámara y están aguantando también el micro, hay situaciones que son un poco delirantes. Pero también hay televisiones públicas que a actos muy pequeños han enviado a tres o cuatro personas. Los periodistas tenemos que tener varias competencias, pero no podemos permitir según qué situaciones, porque la información se resiente. A veces los medios se convierten en empresas en las que solo cuenta el balance económico y eso es muy peligroso. Cuando el tipo que lleva los recursos humanos o los balances tiene más importancia que el que tiene los criterios periodísticos, la calidad se resiente. Un medio es algo más que una empresa para hacer dinero.
Los medios en distintos dispositivos.
-¿Es posible hacer un producto que sea válido a la vez para ordenadores, tabletas y móviles? ¿No puede acabar el fondo pagando la inversión en la diversidad de las formas?
-Al final el formato da igual.
Ramón Salaverríapone el ejemplo de medios en los que la información es única y según el momento del día se decide en qué formato se distribuye. La multiplataforma es algo que tiene que darse por sentado, lo complicado es buscar un modelo que sea sostenible.
Muchos están instaurando el muro de pago y creo que no es la solución. En el
Financial Times o el
New York Times funciona, pero no todos los medios pueden hacerlo. Yo por la información de determinados medios no pagaría. Entiendo que a un
broker de Wall Street le interese conocer la información del
Wall Street Journal, porque es un servicio, pero no sé hasta qué punto pagaría yo por leer a según qué personas.
-Hablabas antes de la importancia de la audiencia, ¿hasta qué punto ha cambiado su papel?
-Totalmente. Antes como mucho salía en las cartas al director. Ahora hay ejemplos en los que la audiencia construye la información, como el
Huffington Post, cuyo éxito se basa en la aportación de contenidos por parte de la gente. El papel de la audiencia es clave, muchas veces surgen noticias de la publicación de una foto en
Twitter. Por ejemplo,
el rescate de un avión en el río Hudson o el señor que estaba en su casa en Pakistán, vio que en la casa de al lado empezaban a bajar fuerzas especiales y resulta que
era la casa donde estaba Bin Laden y empezó a tuitear el suceso. Obviamente, la audiencia no se puede equiparar a la profesionalidad de los periodistas, pero la preocupación no es esa. A principios del siglo XXI había muchos congresos donde se confrontaba la idea de blogueros y periodistas. Visto ahora, yo soy periodista y bloguero, y comparto información y puntos de vista con gente que no es periodista y que hace información de una calidad muy grande. Tenemos que bajarnos un poco del pedestal. La audiencia no está contra nosotros, sino con nosotros.
-¿Cómo crees que habría cambiado nuestra experiencia informativa de acontecimientos como el 11-S, el 11-M o la invasión de Irak si hubieran existido Twitter y Facebook?
-Fueron acontecimientos muy bestias de por sí, el formato televisivo era casi como ver una película, imagínate eso amplificado por una segunda pantalla como las redes sociales. Si se generan
trending topics por programas de televisión de cocina, imagínate cuando el World Trade Center se está cayendo o están matando a 200 personas en el centro de Madrid. Solo hay que ver lo que generó
el atentado de la maratón de Boston… Ha habido acontecimientos recientes que nos han hecho reflexionar sobre la potencia que tienen las redes sociales, que es la potencia de la gente.
-En ese sentido, pensando por ejemplo en la Primavera Árabe, en Irán, ¿tienen las redes sociales la capacidad de alterar el curso de los acontecimientos históricos?
-Hay teorías conspirativas que dicen que las cosas no pasan porque sí, sino porque hay gente que decide que pasen así. No soy demasiado amante de esas teorías, pero es cierto que viendo la crisis hay cosas que se predijeron y seguramente no se actuó con la contundencia debida. Hay otras teorías que hablan de los cisnes negros, sucesos imprevistos que cambian el curso de la historia. Seguramente la Primavera Árabe tiene mucho que ver con esto, revoluciones que no están demasiado guionizadas pero suceden. No siempre es fácil canalizar a la gente, pienso también en el tema de Ucrania y Crimea o lo que está pasando en Cataluña con el llamado derecho a decidir. Hay cosas que ni los políticos ni los medios de comunicación controlan.
-¿Qué han hecho mal los grandes medios tradicionales para perder la confianza del público?
-Hay un cúmulo de cosas. Hay intereses periodísticos que se mezclan, cosas que se explican intencionadamente de una forma, por cuestiones de dejadez hay cosas que no se han hecho bien… El mundo cambia y el papel de cuarto poder de los medios también. Ahora si los periodistas queremos jugar a ser políticos lo tenemos muy difícil, porque a la gente no se la engaña tan fácilmente. Cada vez está más preparada, tiene más acceso a la información y puede contrastarla. Tú le puedes decir que las cosas son de color azul o que hay brotes verdes, pero si a alguien le cuesta llegar a final de mes, le suben la luz y los peajes, al final los brotes verdes van a ser patatas. O juegas a ser veraz, profesional y a dejarte influenciar poco por las grandes corporaciones y los grupos políticos o tu papel en la sociedad va a ser residual.
-En ese sentido, ¿los medios alternativos, todo lo que se salga de El País, El Mundo, ABC,Antena 3, TVE, son un complemento o bastan para estar informado?
-Los grandes medios están perdiendo el tren de la información. Siempre habrá quien compre un periódico por la solera de una cabecera, pero hay estudios que dicen que los adolescentes americanos cada vez se informan menos por los grandes periódicos y más por otros portales de información. Aquí está pasando lo mismo, los periódicos pierden lectores y cada vez hay una mayor oferta informativa. Buscar alternativas es muy fácil y hay que competir con fiabilidad con estos sitios. O los medios y los periodistas nos ponemos las pilas o vamos a perder el tren. Por ejemplo, la cuestión legislativa que se ha planteado últimamente de
la tasa Google… Me parece que los grandes medios no entienden muy bien de qué va la cosa. Es ridículo querer hacer pagar a Google cuando es el máximo distribuidor de sus contenidos.
Igual que querer legislar sobre las redes sociales cuando ya hay una legislación en el código penal y los medios usan su tráfico referencial como uno de sus grandes logros. Es como poner puertas al campo o intentar barrer un desierto. Hay idiotas tanto en la vida real como en las redes sociales. Poner límite a la idiotez se hace con otra cosa que se llama educación, y en España cada vez se invierte menos.
-¿La sobreinformación puede acabar derivando en desinformación?
-Sí, hay teorías que así lo dicen. Creo que los periodistas debemos ser curadores de contenidos. La sobreinformación produce mucho ruido, debemos ayudar a la gente a buscar las formas de interpretar la realidad. En mi caso, me interesa Twitter porque es una forma de compartir los contenidos.
-En Optimismo para periodistas defendéis la apuesta por los contenidos de calidad, pero la calidad cuesta dinero, ¿es factible apostar por ella si la mayoría de la gente no está dispuesta a pagar?
-Se hace periodismo de calidad que es rentable. Lo que debemos evitar son los contenidoscommodity. Nosotros hemos trabajado en medios en los que se da mucha importancia a la cultura del click. ‘¡Oh, cuántos usuarios únicos tenemos, cuántas páginas vistas!’. Pero si vives permanentemente de la estadística tienes un problema, porque acabas haciendo cantidad en vez de calidad, y eso la gente lo ve. Hay sitio para el slow jounarlism, periodismo que se cocina lentamente. Los medios deberían trabajar a dos velocidades. Si la gente ve que tu contenido es diferente te conviertes en un referente. Si quieres hacer un medio fast food, perfecto, pero los lectores buscan cosas que les aporten riqueza.
-Para los medios, ¿es positivo que sus periodistas se conviertan en marcas en sí mismos gracias a las redes sociales?
-Es muy positivo que los periodistas puedan, dentro de unos criterios que marque el propio medio, convertirse en estandartes. Muchas veces se conoce más a los periodistas que a los medios, pero que se conviertan en marcas acaba retribuyendo a estos, les da valor. No soy demasiado fan de marcar unas
normas estrictas sobre cómo se tienen que usar las redes sociales. Cada uno es libre de usarlas como quiera, obviamente con coherencia y sentido, sin morder la mano que le da de comer.
-¿Hasta qué punto es importante para un periodista tener un blog?
-En el libro
Y Google, ¿cómo lo haría?, de
Jeff Jarvis, uno de los editores de la web del
Guardian dice que escoge a los becarios en función de si tienen un blog o no. Creo que es una postura muy inteligente. El periodista tiene que probar todos los instrumentos y hay gente que quiere ser chef o pinche antes que cocinero. Tienes que probar en tus propias carnes las herramientas, cómo se construye un blog, cómo se hace un negocio, cómo se gestionan redes sociales… Muchas veces te encuentras con becarios que te dicen que tienen
Facebook, pero que lo usan para colgar fotos de fiestas, les preguntas si tienen
Twitter y te dicen que les parece muy aburrido… He tenido gente a mi cargo de prácticas y ves quién tiene madera de periodista y quién no, y tener un blog es un indicativo de que alguien tiene ciertas aptitudes y actitudes para serlo.