Héctor Yunes Landa
domingo, 21 de noviembre de 2010
Este 20 de noviembre celebramos los primeros 100 años del inicio de la Revolución Mexicana. Es una fecha que marca el comienzo de una etapa de transformación de la sociedad mexicana hasta llegar a ser la nación que hoy somos. Muchos hombres y mujeres ofrendaron su vida para construir una sociedad mejor, más digna y con mejores oportunidades para todos los mexicanos.
Cuando hablamos de esta gesta heroica vienen a la mente Flores Magón, Carranza, Madero, Zapata, Obregón, Villa y muchos otros próceres que constituyen un emblema del cambio revolucionario, sin olvidar a los muchos miles de hombres y mujeres que pusieron su vida al servicio de México.
Me parece que la mejor forma de honrar su memoria es haciendo lo que hoy nos corresponde a nuestra generación, para que la lucha de estos insignes patriotas no haya sido en vano y, sobre todo, para que el muy digno ejemplo y el proyecto de país por el que lucharon no se pierdan.
El mundo que nos toca vivir ha cambiado y México, por supuesto, no ha sido la excepción. Hoy, nos corresponde revisar nuestra historia, pero no para perdernos en homenajes que terminan cuando la gente se dispersa.
Las tareas revolucionarias que nos toca realizar tienen que ver con los cambios que hoy requiere México para seguir siendo viable como nación y estar en condiciones de responder a las demandas de su sociedad.
Dentro de las muchas reformas que se mencionan me parece que hay una que por su envergadura, trascendencia y efecto dominó, puede considerarse la reforma capital de cualquier sociedad moderna, especialmente si se considera que el futuro será, sin duda, de la sociedad del conocimiento: la Reforma Educativa.
La Revolución tuvo grandes logros en Educación, más del 90% de la población está hoy alfabetizada; sin embargo, la calidad de la educación no se incrementó en igual proporción y, por el contrario, el intenso crecimiento poblacional determinó que se privilegiará la cobertura.
Esto adquiere particular relevancia si se considera el avance de la calidad en la educación, traducido en el desarrollo de la ciencia y la tecnología, que ha tenido lugar en otras naciones. La conclusión es determinante: los países con mayor nivel de desarrollo son aquellos que han logrado un elevado nivel de su sistema educativo; y los países que hoy tienen un alto índice de crecimiento económico están apostando con todo a la Educación, como premisa indispensable para acceder exitosamente al futuro. Esto, desafortunadamente, está muy lejos de ser en América Latina.
Recordemos que al igual que México, varios países latinoamericanos celebran en el 2010 el bicentenario de su independencia, lo que coloca a los países de la región en similitudes de desarrollo que no podemos ignorar.
Algunos datos llaman la atención sobre el estado de la Educación en nuestra región: sólo una universidad latinoamericana, nuestra UNAM, aparece en el ranking mundial de las 200 mejores universidades, y, lamentablemente, en el lugar 190. Del total del presupuesto mundial destinado a la investigación, Latinoamérica en conjunto aporta sólo el 2%, en contraste con este dato, el Observatorio Iberoamericano de Ciencia y Tecnología señala que casi el 30 por ciento de las inversiones mundiales para investigación y desarrollo se realizan en países asiáticos.
Otro dato interesante es la proporción de profesionales de las carreras universitarias que existe entre naciones latinoamericanas y las de otras regiones. Mientras que 57% de los jóvenes de nuestra región estudian ciencias sociales, tan sólo 16% estudian alguna ingeniería o tecnología. En nuestra UNAM, egresan 188 licenciados en Historia por 59 en ciencias de la computación y 49 en Ingeniería. China, por citar sólo un ejemplo -y con la salvedad que representa en cualquier comparativo su inmensa población-, registra una matrícula anual cercana a 1, 250, 000 estudiantes de Ingeniería contra poco más de 16,000 de Historia y 1, 500 de Filosofía. Esta tendencia se observa también en Europa, Estados Unidos e India.
Se trata entonces de celebrar nuestro pasado, de reconocerlo, pero es aún más importante enfocar nuestro futuro. Es fundamental conocer nuestra historia, pero sólo tiene sentido si aprovechamos esto para diseñar nuestro porvenir. Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía, ha señalado que la Economía que vendrá después de la crisis de 2008, tendrá como claves del desarrollo la Educación, la Ciencia y la Tecnología. Por eso a México le urge hoy una nueva Revolución, muy grande y radical, pero de carácter educativo.
Cuando hablamos de esta gesta heroica vienen a la mente Flores Magón, Carranza, Madero, Zapata, Obregón, Villa y muchos otros próceres que constituyen un emblema del cambio revolucionario, sin olvidar a los muchos miles de hombres y mujeres que pusieron su vida al servicio de México.
Me parece que la mejor forma de honrar su memoria es haciendo lo que hoy nos corresponde a nuestra generación, para que la lucha de estos insignes patriotas no haya sido en vano y, sobre todo, para que el muy digno ejemplo y el proyecto de país por el que lucharon no se pierdan.
El mundo que nos toca vivir ha cambiado y México, por supuesto, no ha sido la excepción. Hoy, nos corresponde revisar nuestra historia, pero no para perdernos en homenajes que terminan cuando la gente se dispersa.
Las tareas revolucionarias que nos toca realizar tienen que ver con los cambios que hoy requiere México para seguir siendo viable como nación y estar en condiciones de responder a las demandas de su sociedad.
Dentro de las muchas reformas que se mencionan me parece que hay una que por su envergadura, trascendencia y efecto dominó, puede considerarse la reforma capital de cualquier sociedad moderna, especialmente si se considera que el futuro será, sin duda, de la sociedad del conocimiento: la Reforma Educativa.
La Revolución tuvo grandes logros en Educación, más del 90% de la población está hoy alfabetizada; sin embargo, la calidad de la educación no se incrementó en igual proporción y, por el contrario, el intenso crecimiento poblacional determinó que se privilegiará la cobertura.
Esto adquiere particular relevancia si se considera el avance de la calidad en la educación, traducido en el desarrollo de la ciencia y la tecnología, que ha tenido lugar en otras naciones. La conclusión es determinante: los países con mayor nivel de desarrollo son aquellos que han logrado un elevado nivel de su sistema educativo; y los países que hoy tienen un alto índice de crecimiento económico están apostando con todo a la Educación, como premisa indispensable para acceder exitosamente al futuro. Esto, desafortunadamente, está muy lejos de ser en América Latina.
Recordemos que al igual que México, varios países latinoamericanos celebran en el 2010 el bicentenario de su independencia, lo que coloca a los países de la región en similitudes de desarrollo que no podemos ignorar.
Algunos datos llaman la atención sobre el estado de la Educación en nuestra región: sólo una universidad latinoamericana, nuestra UNAM, aparece en el ranking mundial de las 200 mejores universidades, y, lamentablemente, en el lugar 190. Del total del presupuesto mundial destinado a la investigación, Latinoamérica en conjunto aporta sólo el 2%, en contraste con este dato, el Observatorio Iberoamericano de Ciencia y Tecnología señala que casi el 30 por ciento de las inversiones mundiales para investigación y desarrollo se realizan en países asiáticos.
Otro dato interesante es la proporción de profesionales de las carreras universitarias que existe entre naciones latinoamericanas y las de otras regiones. Mientras que 57% de los jóvenes de nuestra región estudian ciencias sociales, tan sólo 16% estudian alguna ingeniería o tecnología. En nuestra UNAM, egresan 188 licenciados en Historia por 59 en ciencias de la computación y 49 en Ingeniería. China, por citar sólo un ejemplo -y con la salvedad que representa en cualquier comparativo su inmensa población-, registra una matrícula anual cercana a 1, 250, 000 estudiantes de Ingeniería contra poco más de 16,000 de Historia y 1, 500 de Filosofía. Esta tendencia se observa también en Europa, Estados Unidos e India.
Se trata entonces de celebrar nuestro pasado, de reconocerlo, pero es aún más importante enfocar nuestro futuro. Es fundamental conocer nuestra historia, pero sólo tiene sentido si aprovechamos esto para diseñar nuestro porvenir. Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía, ha señalado que la Economía que vendrá después de la crisis de 2008, tendrá como claves del desarrollo la Educación, la Ciencia y la Tecnología. Por eso a México le urge hoy una nueva Revolución, muy grande y radical, pero de carácter educativo.
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