Madre amantísima: Sé que estoy en contacto contigo todos los días
mediante mis oraciones y sobre todo, mediante tu gran Amor, que día con día nos
acompaña, como un manto protector. A
pesar de ello, ahora que estamos muy cerca del 12 de diciembre, que es una
fecha muy importante para los mexicanos, al celebrar tu presencia en el nuevo
mundo, me atrevo a escribirte estas palabras, sobre todo porque creo que los
mexicanos en particular y los católicos en general estamos obligados a
solicitar tu perdón, por nuestros actos y omisiones.
En primer lugar, te pido perdón, por no haber defendido
adecuadamente tu amor ante las altas autoridades eclesiásticas, y a pesar de
haber estado enterado de los abusos que cometía Marcial Maciel con los jóvenes
que se acercaban a la legión de Cristo, permití que incluso el Papa Juan Pablo
II lo protegiera, a sabiendas de sus actos de pederastia. Muchos mexicanos, pero sobre todo, los de la
más elevada clase social, eran cercanos al Padre Maciel, y algunos de ellos
sabían de sus actos, pero a pesar de saberlo, lo protegían, lo ocultaban y
cerraban los ojos ante esa realidad.
Lamentablemente, el máximo dirigente de la Iglesia Católica, también
hacía lo mismo, y muchos, muchísimos jerarcas mexicanos, también omitían la
protección y la justicia a tantos niños abusados por este engendro demoníaco,
pues sólo así se puede justificar su infiltración y presencia en nuestra Santa
Madre Iglesia, y su influencia en el propio Papa Wojtyla.
Quiero también pedirte perdón, porque por omisión, permití que la
¨nueva¨ imagen del hoy Santo Juan Diego fuera modificada, para que en lugar de
parecer un indígena de la Nueva España, ahora parece la figura de un indígena
¨españolizado¨, lo cual no tendría nada de malo, si no fuera porque en nuestra
cultura se ha vuelto aspiración el parecer extranjero, y negar la belleza de
los rasgos indígenas. Así, la figura de
Juan Diego, contribuye al sometimiento de ¨los indios¨ ante aquéllos con otro
tipo de rasgos faciales. Y eso, cuando
Tú decidiste aparecer con una tez morena y unos rasgos cercanos a los más
pobres entre los pobres, a los indígenas sometidos ante la corona española,
resulta en una ofensa a tu obra. Por
ello, te pido perdón, por mí, por tantos mexicanos que no dijimos nada, y sobre
todo por la jerarquía católica, que al aceptar ese cambio en la imagen de Juan
Diego, negó lo que Tú quisiste hacer al presentarte como la Virgen Morena, la
madre de los morenitos, la madre protectora de los naturales del Nuevo Mundo.
Te pido perdón por las extrañas muestras de afecto y cariño con
que nos expresamos los mexicanos. Estoy
seguro de que por tu calidad de madre, en lugar de peregrinaciones, preferirías
que tus hijos, tus fieles, actuaran como verdaderos hermanos los unos de los
otros. Tú no quieres violencia de ningún tipo entre tus hijos. Tú prefieres que
alguien ofrezca visitar a los enfermos una vez a la semana durante un año, o
asistir al asilo de ancianos, o dedicar un día de la semana a hacer servicio
social, como por ejemplo a dar de comer a los desamparados. Sé que como Madre amorosa aceptas las
muestras de cariño del pueblo de México y de toda América, pero también estoy
cierto de que cambiarías algunas de ellas, por actos de verdadera caridad y
amor al prójimo. Sé también que no te
agradan mucho esas ofrendas de dolor y sangre que llamamos ¨mandas¨. Sé que no te gusta ver sufrir a tus hijos, y
que en lugar de ver a alguien desplazarse de rodillas, o con tanto dolor
autoinflingido, preferirías verlos dando amor y alegría a sus hermanos, pues a
fin de cuentas, Tú misma llegaste al Nuevo Mundo a ofrecer la protección y la
caricia de la madre más dedicada y con un corazón lleno de amor y dones para
tus hijos. Gracias por intervenir ante
Tu Hijo por todos nosotros.
Hago pública esta oración, porque me siento con el deber de hacer
reflexionar a tus fieles, con el fin de modificar algunas formas de alabarte
que no son las mejores en función de tu mensaje de esperanza y amor para todos
los mexicanos y todos los latinos. Por
ello, insistiré en que en lugar de arreglar un camión, o llevar unas flores o
frutas a una Iglesia, Tu estarías más contenta si esos recursos se utilizaran
en beneficio de algún necesitado. La
mejor manera de alabarte y agradarte es apoyarte a realizar tu obra en este
mundo, y el único camino para ello es dar amor y todo lo que se pueda a
nuestros hermanos.
Espero, Madre Amantísima que seamos dignos de tu perdón, y que con
nuestros actos, no nada más el 12 de diciembre, sino todo el año, y todos los
días de nuestra vida, seamos dignos de llamarnos hijos tuyos.
Tuyo en Cristo, tu hijo
José Miguel Cobián
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