*“En realidad, todas las cosas, todos los acontecimientos, para quien sabe leerlos con profundidad, encierran un mensaje que, en definitiva, remite a Dios”. Camelot.
LOS SOLIDARIOS VECINOS
En cada tragedia. En cada accidente, segundos o minutos después de que todo ocurre, surgen los héroes anónimos, esa gente que llega al lugar de la tragedia antes que los cuerpos de rescate. Ha ocurrido en el mundo. En México, cuando el temblor del 85, el día que el presidente se ‘apanicó’ y, encerrado en Los Pinos, no sabía ni por dónde comenzar la ayuda, fanfarrón declaraba que no requeríamos de ayuda extranjera cuando la ciudad de México por poco desaparece. Cuando se dio cuenta del tamaño de la tragedia, Miguel de la Madrid entonces sí pidió ayuda. Hay gobiernos y gobernantes que no están a la altura de las tragedias. Y por eso surgen los héroes anónimos, esas manos y rostros de hombres y mujeres que llegan al lugar de las tragedias. En México nacieron los ‘topos’, esos hombres que se metían entre los huecos de los edificios caídos para rescatar gente con vida. En el terrible y doloroso accidente de Santiago de Compostela, cuando un tren de Renfe topó en una curva con la muerte, al instante llegaron vecinos de un barrio llamado Angrois, a auxiliar lo que se pudiera. Estos hombres dan sus relatos. Hoy se conocen las historias. Desgarradoras, todas. Desde el que buscaba a un niño al solo encontrar su carriola, hasta aquellos y aquellas que al oír el terrible estruendo corrieron a sacar gente de esos vagones de trenes que se incendiaban. Hoy vi una foto en el diario español El Mundo. Retrata la escena de heroísmo. Se ve la solidaridad a la mano. Un vecino carga a una niña rubia y la entrega a un bombero, al pie, en una bajada donde se ven las vías y atrás el humo de la muerte. Atrás del primero, otro hombre de pelo largo ayuda a caminar a una mujer herida. Por ello el Ayuntamiento de Santiago de Compostela otorgó la Medalla de Oro de la ciudad a los vecinos del barrio de Angrois, ‘por su actitud ejemplar’ al ayudar a las víctimas de ese accidente donde cobró la vida a 79 pasajeros, entre ellos, muy dolorosa la muerte de nuestra paisana, Yolanda Delfín Ortega. “Galicia y España os llevan en el corazón”, dijo el Príncipe Felipe en la ceremonia en la bellísima Catedral de Santiago de Compostela, donde se recordó a los fallecidos. Los vecinos, esos mismos que llenaron su pecho de heroísmo, les recordaron con velas encendidas en sus casas, cerca de donde irrumpió la muerte. La muerte, oh esa maldita muerte. Cito al poeta español, Miguel Hernández. “Temprano levantó la muerte el vuelo / temprano madrugó la madrugada / temprano estás rodando por el suelo. Un manotazo duro / un golpe helado / un hachazo invisible y homicida / un empujón brutal te ha derribado. No hay extensión más grande que mi herida / lloro mi desventura y sus conjuntos / y siento más tu muerte que mi vida. Ando sobre rastrojos de difuntos / y sin calor de nadie y sin consuelo / voy de mi corazón a mis asuntos”. Que descansen en paz.
CIUDAD QUEBRADA
¿Cómo se puede quebrar una ciudad?, nos preguntamos todos. Yo, al menos lo ignoro. Sé que esta ciudad quebrada, de la que ahora escribo, fue en un tiempo cuna del nacimiento de la industria del automóvil. Es Detroit, ciudad que se acogió a la quiebra porque allá, hay un capitulo 9 de las leyes de la bancarrota que lo permiten. En la década de los cincuenta era la cuarta ciudad en importancia en Estados Unidos. Allí fabricaban autos como Adams chicles. O como Rinconada, garnachas. O como Xalapa, políticos. De ser ciudad de 2 millones de habitantes, como la canción de los perritos, solo quedan unos 700 mil. Han ido huyendo de la falta de empleo y pocas oportunidades. Deben las autoridades más o menos 20 mil millones de dólares. Allí nacieron la Chrysler y la General Motors, aquella cuya frase mundial era: lo que es bueno para General Motors es bueno para los Estados Unidos. Las armadoras de autos migraron como las palomas, como las aves cuando buscan sus temporadas, y muchas de ellas se vinieron a México.
EN MEXICO (VIDEGARAY)
Mientras eso ocurre allá tras lomita, donde no se ve Dolores, Hidalgo, en México Luis Videgaray Caso, secretario de Hacienda, pese a la caída de los precios del petróleo, donde ahora parece que le van a meter la mano y abrir la inversión y cerrar el paso a los dirigentes petroleros, enriquecidos y millonarios, Deschamps de Pemex, Víctor Flores de Ferrocarriles y el corruptote, Joel Ayala, de la FSTSE, los trabajadores al servicio del estado. Apláquelos, presidente. Videgaray anunció que crecimos. Poco pero crecimos, hay cálculo de 3.1% para todo el año. Aunque los parámetros normales debían ser arriba del 4, pero no hay peor lucha que la que no se hace. Vienen las reformas, la energética y la fiscal, y las tres fuerzas políticas, PAN, PRD y PRI meten sus propuestas. Se vale. Ha terminado el proceso electoral y ya no hay más cohecho ni presiones para no sentarse en ese Pacto por México, iniciativa del presidente que todos empujan. Uno a lo que aspira es, al ver al Gabinete de Peña Nieto trabajar con su equipo, que al término del sexenio les reconozcamos como gente de bien, que hicieron su lucha y trabajo por hacer justicia, que termine la impunidad y mantener buenos estándares de recaudación para que sean recordados como lo dijo el maestro Antonio Caso del Gabinete de Juárez (no confundir con el de Fox): “Aquellos hombres parecían gigantes”. No era para menos, los nombres lo dicen todo: Francisco Zarco, Melchor Ocampo, Doblado, Matías Romero, Santos Degollado, Ignacio de la Llave, Emparan, Ignacio Ramírez, Sebastián Lerdo de Tejada y José María Iglesias, Lerdo de Tejada, Lafragua, etc. Muchos de ellos solo se conocen por los nombres de calles, muchas en Veracruz, pero fue un gabinete muy amplio porque Juárez gobernó 14 años, y si Juárez no hubiera muerto, todavía viviría.
El país ha crecido en la pobreza. Los recientes números de la pobreza, espantan, asombran, hay que ir por ellos, recapitular lo que dijo el Papa Francesco:
“Nadie puede permanecer indiferente ante las desigualdades que aún existen en el mundo. Que cada uno, según sus posibilidades y responsabilidades, ofrezca su contribución para poner fin a tantas injusticias sociales. No es la cultura del egoísmo, del individualismo, que muchas veces regula nuestra sociedad, la que construye y lleva a un mundo más habitable, sino la cultura de la solidaridad; no ver en el otro un competidor, sino un hermano”.
Comentarios: haazgilberto@hotmail.com
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