MIERCOLES 18 DE MARZO DE 2015
*Carpócrates decía que solo experimentando todas las variedades del mal es posible conocer el bien. Camelot.
JAPON DIA VII (ULTIMO)
Escrito entre la ruta Japón-Ámsterdam-Madrid, o sea, del aeropuerto Narita-Schiphol-Adolfo Suarez-Barajas. Madrugo, a las seis de la mañana me doy regaderazo. Anoche llovió en Tokyo. Caminé sus calles con paraguas, muy a la cantando bajo la lluvia (just single in the rain) entré a una tienda de electrónica a comparar los precios de las Gopro, cámaras muy de moda. Hubo un tiempo que Japón lideró la tecnología con la Sony y todos aquellos aparatitos de la fotografía y audio. Un día de una mañana, Bill Gates y Steve Job les dijeron con permiso, y aparecieron las Apple, las Mac y esas modernidades. Debo agradecer al gobernador Javier Duarte de Ochoa por los servicios prestados a la patria, para cubrir esta Cumbre de la ONU, para resguardarse de los desastres porque las devastaciones seguirán llegando. Veracruz se puso las pilas y ya no tenemos muertes. Ni en inundaciones ni huracanes. Gracias también al doctor Enrique Ampudia Mello y a Isabel Vélez, fiel colaboradora, extraordinaria mujer, excelente madre, convivió con nosotros siempre en la amabilidad. Y a Aldo Hernández, marino de carrera, joven egresado de la Escuela Naval Militar y que, le vaticiné, algún día será secretario de Marina. Amanece con un poco de sol, el invierno comienza a irse. Cuando el guía me abandonó desde anoche, me sentí como Tom Hanks en Naufrago, que solo tenía para platicar a su balón Wilson. Llega la primavera. Un bus me recoge (sin albur, como dijo el presidente Peña Nieto) a la puerta del hotel. El taxi es carísimo: 350 dólares por un trayecto de 70 kilómetros, el bus solamente 30 dólares, y se llega bien. El chofer es un viejo pelado a casquete corto, casi a rape, voy un asiento atrás a su lado, lo espío, no vaya a ser la de malas que se me duerma y dé un mal volantazo. Hay autopistas y segundos pisos, todos de paga, pero ningún tiquetero en el cobro. Las tarjetas aquí lo son todo. Bajas un poco la velocidad y el lector automático levanta la pluma y ya estas checado. Cruzamos un puente como el de Brooklyn neoyorkino, de esas características. Llega el bus, se detiene, suben a checar dos polis uniformados piden pasaporte, apeamos, aún hay tiempo, el aeropuerto con poco movimiento a esa hora, las salas semivacías. Llegan las empleadas de KLM. Me registro. Pasaporte y boleto y a meterse al chequeo. Será un vuelo de 11 horas. Y unas dos y pico mas para Madrid. Una escala en Ámsterdam, solo para pelar el ojo y ver si veo al pelón Robben (no confundir con Perro Uribe), el pelón desgraciado que se tiró un clavado cuando Rafa Márquez le metió el pie y la historia del futbol mexicano nunca volvió a ser igual. Estuvimos tan cerca, y a la vez tan lejos. La tierra del mismo Van Gogh, y sus Girasoles y todas esas joyas pictóricas que le legó a la humanidad, para que la humanidad viera, a los años, que el arte vive en el genio. Con su hermano Theo y la historia de Holanda ligada a ellos. En una exposición de Tulipanes llamada la Tulipanmanía de Van Gogh. Cuando los pintores eran pobres y para comer, o pagar la pensión entregaban sus cuadros, su vida, su arte, que ahora valen cientos de millones de euros y en aquel tiempo servían para comer y hospedarse. Trepamos. Vamos en un avión grande, de panza doble, avión de dos pisos, capacidad de 415 pasajeros, me toca arriba, veré las nubes a mis pies.
EL DESPEGUE.
Necesita doble pista, o más. Demora, carretea y de repente le mete toda la velocidad, la de despegue. Pelea el avión contra el aire en contra. Tripulación de 13 personas, me acuerdo de los pilotos que conozco, mi sobrino Manuel Lila y Hugo Chukovisky, aunque así no se escribe, así se pronuncia, esos siempre andan volando alto, orgullo de pilotos veracruzanos. Se eleva el 747-400, se asoma al Pacifico y gira de inmediato a la derecha. El aeropuerto está muy pegado al mar. Como el neoyorkino. Habla el piloto en tres idiomas: japonés, americano y francés. Gacho, debía hacerlo en español, considerando que aquí voy. Y eso que el español es el segundo o tercer idioma más hablado del mundo. Pero donde manda capitán no gobierna marinero, la norma mundial y el idioma obligado de pilotos y controladores aéreos es el inglés. Gachos. Comienzo a espiar el GPS, el vuelo de ruta. Será un viaje largo. A la derecha, media hora después, comienzo a ver montañas nevadas. No le hago caso al reloj. Habrá películas y entretenimiento en la tele. Comienza el interrogatorio, o pollo o carne o salmón. Las azafatas en su labor.
ESE MILENARIO JAPON
Atrás dejé una cultura muy suya, la de los samuráis, la de las geishas y sus casas de thé, la de sus artes de combates, donde, contra lo que se piensa, las mujeres ya no caminan las calles ni portan sus kimonos habituales, donde antes eran cientos las que se veían. La americanización les llegó. O la occidentalización, que es lo mesmo, diría Kamalucas. Su calle principal es superior a la Quinta Avenida neoyorkina, con las mismas tiendas de allá, pero modernísimas. El yen sufre, como todas las monedas, pero se defienden. El día del evento de la ONU llegó el Emperador Akihito con su sequito imperial, cerraron todo. Ni Héctor Yunes pudo verlo para la foto. Una Mañana desayuné con Héctor. Platicamos un rato de sus proyectos políticos a venir, de su familia. De cómo fue estudiando poco a poco y aprovechando las becas para irse a preparar a Estados Unidos y otros países. Acordamos vernos pronto por Orizaba, donde vivo y merodeo. A 900 kilómetros por hora el avión cruza Asia. Por arriba de Seúl, con los coreanos, esperemos que el gordis de Corea del Norte no ande enojado, es muy gruñón el gordito. Bordearemos arriba de Moscú, me imagino que porque los rusos no dejan entrar aviones a sus espacios aéreos, acuérdense de aquel incidente de un avión comercial que bajaron con un misilazo, y luego este Putin se medio emputina. Una parte arriba de Berlín y ya está Ámsterdam. ¿Qué andamos haciendo hasta por acá, mijito?, diría Minga. Pues ni yo mismo lo sé, pero aquí voy trepado en este avión que no es guajolotero como el Viva Autobús, y que surca los aires por el mundo. Y pues ahora me lleva hasta Holanda, y yo prometí que me dejaría llevar adonde el viento me guie, como dijo Neruda. Eso sí, de la mano de Dios, quien me ha cuidado este viaje todos los días, mañana, tarde y noche. Y le rezo cada que puedo, aunque el Padre Marcos Palacios, el vocero de la Diócesis de Orizaba, no lo crea. De veritas que sí.
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MIERCOLES 18 DE MARZO DE 2015
Gilberto Haaz Diez
*Carpócrates decía que solo experimentando todas las variedades del mal es posible conocer el bien. Camelot.
JAPON DIA VII (ULTIMO)
Escrito entre la ruta Japón-Ámsterdam-Madrid, o sea, del aeropuerto Narita-Schiphol-Adolfo Suarez-Barajas. Madrugo, a las seis de la mañana me doy regaderazo. Anoche llovió en Tokyo. Caminé sus calles con paraguas, muy a la cantando bajo la lluvia (just single in the rain) entré a una tienda de electrónica a comparar los precios de las Gopro, cámaras muy de moda. Hubo un tiempo que Japón lideró la tecnología con la Sony y todos aquellos aparatitos de la fotografía y audio. Un día de una mañana, Bill Gates y Steve Job les dijeron con permiso, y aparecieron las Apple, las Mac y esas modernidades. Debo agradecer al gobernador Javier Duarte de Ochoa por los servicios prestados a la patria, para cubrir esta Cumbre de la ONU, para resguardarse de los desastres porque las devastaciones seguirán llegando. Veracruz se puso las pilas y ya no tenemos muertes. Ni en inundaciones ni huracanes. Gracias también al doctor Enrique Ampudia Mello y a Isabel Vélez, fiel colaboradora, extraordinaria mujer, excelente madre, convivió con nosotros siempre en la amabilidad. Y a Aldo Hernández, marino de carrera, joven egresado de la Escuela Naval Militar y que, le vaticiné, algún día será secretario de Marina. Amanece con un poco de sol, el invierno comienza a irse. Cuando el guía me abandonó desde anoche, me sentí como Tom Hanks en Naufrago, que solo tenía para platicar a su balón Wilson. Llega la primavera. Un bus me recoge (sin albur, como dijo el presidente Peña Nieto) a la puerta del hotel. El taxi es carísimo: 350 dólares por un trayecto de 70 kilómetros, el bus solamente 30 dólares, y se llega bien. El chofer es un viejo pelado a casquete corto, casi a rape, voy un asiento atrás a su lado, lo espío, no vaya a ser la de malas que se me duerma y dé un mal volantazo. Hay autopistas y segundos pisos, todos de paga, pero ningún tiquetero en el cobro. Las tarjetas aquí lo son todo. Bajas un poco la velocidad y el lector automático levanta la pluma y ya estas checado. Cruzamos un puente como el de Brooklyn neoyorkino, de esas características. Llega el bus, se detiene, suben a checar dos polis uniformados piden pasaporte, apeamos, aún hay tiempo, el aeropuerto con poco movimiento a esa hora, las salas semivacías. Llegan las empleadas de KLM. Me registro. Pasaporte y boleto y a meterse al chequeo. Será un vuelo de 11 horas. Y unas dos y pico mas para Madrid. Una escala en Ámsterdam, solo para pelar el ojo y ver si veo al pelón Robben (no confundir con Perro Uribe), el pelón desgraciado que se tiró un clavado cuando Rafa Márquez le metió el pie y la historia del futbol mexicano nunca volvió a ser igual. Estuvimos tan cerca, y a la vez tan lejos. La tierra del mismo Van Gogh, y sus Girasoles y todas esas joyas pictóricas que le legó a la humanidad, para que la humanidad viera, a los años, que el arte vive en el genio. Con su hermano Theo y la historia de Holanda ligada a ellos. En una exposición de Tulipanes llamada la Tulipanmanía de Van Gogh. Cuando los pintores eran pobres y para comer, o pagar la pensión entregaban sus cuadros, su vida, su arte, que ahora valen cientos de millones de euros y en aquel tiempo servían para comer y hospedarse. Trepamos. Vamos en un avión grande, de panza doble, avión de dos pisos, capacidad de 415 pasajeros, me toca arriba, veré las nubes a mis pies.
EL DESPEGUE.
Necesita doble pista, o más. Demora, carretea y de repente le mete toda la velocidad, la de despegue. Pelea el avión contra el aire en contra. Tripulación de 13 personas, me acuerdo de los pilotos que conozco, mi sobrino Manuel Lila y Hugo Chukovisky, aunque así no se escribe, así se pronuncia, esos siempre andan volando alto, orgullo de pilotos veracruzanos. Se eleva el 747-400, se asoma al Pacifico y gira de inmediato a la derecha. El aeropuerto está muy pegado al mar. Como el neoyorkino. Habla el piloto en tres idiomas: japonés, americano y francés. Gacho, debía hacerlo en español, considerando que aquí voy. Y eso que el español es el segundo o tercer idioma más hablado del mundo. Pero donde manda capitán no gobierna marinero, la norma mundial y el idioma obligado de pilotos y controladores aéreos es el inglés. Gachos. Comienzo a espiar el GPS, el vuelo de ruta. Será un viaje largo. A la derecha, media hora después, comienzo a ver montañas nevadas. No le hago caso al reloj. Habrá películas y entretenimiento en la tele. Comienza el interrogatorio, o pollo o carne o salmón. Las azafatas en su labor.
ESE MILENARIO JAPON
Atrás dejé una cultura muy suya, la de los samuráis, la de las geishas y sus casas de thé, la de sus artes de combates, donde, contra lo que se piensa, las mujeres ya no caminan las calles ni portan sus kimonos habituales, donde antes eran cientos las que se veían. La americanización les llegó. O la occidentalización, que es lo mesmo, diría Kamalucas. Su calle principal es superior a la Quinta Avenida neoyorkina, con las mismas tiendas de allá, pero modernísimas. El yen sufre, como todas las monedas, pero se defienden. El día del evento de la ONU llegó el Emperador Akihito con su sequito imperial, cerraron todo. Ni Héctor Yunes pudo verlo para la foto. Una Mañana desayuné con Héctor. Platicamos un rato de sus proyectos políticos a venir, de su familia. De cómo fue estudiando poco a poco y aprovechando las becas para irse a preparar a Estados Unidos y otros países. Acordamos vernos pronto por Orizaba, donde vivo y merodeo. A 900 kilómetros por hora el avión cruza Asia. Por arriba de Seúl, con los coreanos, esperemos que el gordis de Corea del Norte no ande enojado, es muy gruñón el gordito. Bordearemos arriba de Moscú, me imagino que porque los rusos no dejan entrar aviones a sus espacios aéreos, acuérdense de aquel incidente de un avión comercial que bajaron con un misilazo, y luego este Putin se medio emputina. Una parte arriba de Berlín y ya está Ámsterdam. ¿Qué andamos haciendo hasta por acá, mijito?, diría Minga. Pues ni yo mismo lo sé, pero aquí voy trepado en este avión que no es guajolotero como el Viva Autobús, y que surca los aires por el mundo. Y pues ahora me lleva hasta Holanda, y yo prometí que me dejaría llevar adonde el viento me guie, como dijo Neruda. Eso sí, de la mano de Dios, quien me ha cuidado este viaje todos los días, mañana, tarde y noche. Y le rezo cada que puedo, aunque el Padre Marcos Palacios, el vocero de la Diócesis de Orizaba, no lo crea. De veritas que sí.
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