Ha pasado ya el ruido de las campañas de proselitismo político electoral y conforme transcurran los tiempos marcados por la ley la sociedad retomará su ritmo normal no sin reflexionar acerca de las protestas de inconformidad que suscitó el desaseado desempeño del proceso electoral 2012. Para nadie son un secreto las irregularidades cometidas por los partidos contendientes, y no exclusivamente por el PRI, hay que escribirlo; ese es un fenómeno que entre nosotros forma parte de la normalidad, como es la compra de voluntades electorales con dinero público del que nunca se sabe cómo es comprobado en términos de la normatividad establecida. Esto último, también entre nosotros, es solo un sofisma porque bien sabemos que los órganos de control y de fiscalización erigidos para ameritar la transparencia y la rendición de cuentas son utilizados paradójicamente para encubrir la opacidad y las irregularidades cometidas en el manejo de los recursos fiscales.
No ha mucho nos enteramos acerca del cateo de una oficina propiedad del ex presidente de Francia, Nicolás Sarkozi, buscando información relativa a un financiamiento presuntamente ilegal recibido durante su campaña a la presidencia de Francia en 2007, aquella en la que ofreció a sus paisanos una “república irreprochable”. Sucesos como ese solo son posibles en una democracia madura, en otra cultura política, en la que se exige de los gobernantes el ser con el congruente parecer, de acuerdo a la tesis de que quien gobierna es un servidor eventual de sus conciudadanos que aprovechará la oportunidad para servirles sin defraudarlos.
Acá, muy cerca pero más al norte, en entrevista radiofónica un periodista estadounidense se mostró sorprendido porque desde su perspectiva los recientes comicios celebrados en México debieran ser anulados en virtud del cúmulo de anomalías reportadas por los partidos de izquierda y de la derecha. Su asombro es mayor porque dijo estar seguro que no ocurriría nada fuera de lo normal, a la usanza mexicana. En esas andamos los mexicanos, unos porque se anule la elección y otros porque se de vuelta a la página de un hecho consumado. ¿Qué opina López Obrador?
En ninguna cultura la labor del precursor es cómoda, pues todo intento de reforma es rechazado por quienes se resisten a un cambio que pudiera alterar su condición privilegiada o el comodino pensamiento anquilosado. En el despertar de la Edad Media, en preludio al Siglo de las Luces, surgió una pléyade de pensadores, inventores y descubridores que fueron acosados por la temible Inquisición que a no pocos obligó a abjurar, Galileo entre ellos. Tuvieron que pasar 2, 000 años para que Galileo demostrara que la teoría de Aristóteles sobre la caída de los cuerpos estaba equivocada; mientras el insigne griego postuló que los cuerpos caen a una velocidad directamente proporcional a su peso Galileo demostró que caen a la misma velocidad sin importar su volumen. Obviamente le llovieron acres críticas por tamaña insolencia al negar un axioma aceptado por la ortodoxia católica durante casi dos milenios.
En otra dimensión, tal ocurre con Andrés Manuel López Obrador y su equipo cuando se inconforman y demandan invalidar la elección presidencial porque con las tradicionales mañas electorales se frustró su oportunidad de impulsar un cambio social, político y económico para México; esto, por supuesto, impone a Peña Nieto la necesidad de apurar los cambios. Un fenómeno semejante aconteció en 1988, cuando quien resultó el presidente, Salinas de Gortari, acosado por las exigencias de transparentar los comicios, se vio obligado a realizar las reformas que mejoraron el entorno político-electoral de este país; así surgió el IFE en 1990. No obstante, en 1994, después de ganar por una abrumadora mayoría de votos, Ernesto Zedillo admitió que hubo inequidad en el proceso electoral que lo llevó a la presidencia de la república.
La historia enseña que no todos los precursores consiguen para sí el éxito, otros pudieran ser los favorecidos pero, en última instancia, el cambio se realiza para bien del conjunto social. Tómese como referencia el movimiento anti reeleccionista que iniciaron, entre otros, Camilo Arriaga, los hermanos Flores Magón (Enrique y Ricardo), Juan Sarabia, los hermanos Cerdán, Filomeno Mata, Librado Rivera, Antonio I. Villareal, etc. que años después coronó con éxito electoral Francisco Madero, un distinguido miembro de la oligarquía económica al que le abonaron el camino para derrocar a Porfirio Díaz. Solo que desafortunadamente, una vez Madero en la presidencia de la república, aunque sin Porfirio Díaz el porfiriato continuó al postergarse la aplicación de lo establecido en el Plan de San Luís.
A semejanza de ese hecho histórico los contemporáneos hemos sido testigos de cómo un movimiento político electoral incubado por la izquierda mexicana en los comicios de 1988, con Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo a la cabeza de la Corriente Democrática, doce años después obtuvo resultados favorables para un representante de la derecha, Vicente Fox, al que el PAN postuló y llevó a la presidencia de la república.
Con ciertas variantes el escenario actual presenta características similares a 1988. En aquella ocasión el PAN abandonó su tradicional postura doctrinaria para emprender una estrategia de pragmatismo puro que consistió en aliarse con el poder como táctica para arribar a la presidencia, lo consiguió en el año 2000. Actualmente podría aprovechar la coyuntura del acotamiento a que es sometido Peña Nieto por parte de la presión de las izquierdas que parecen seguir la misma vía del todo o nada, que no es la misma adoptada por el PRI en 2006, que habiendo sido relegado a la tercera fuerza se convirtió en el gozne de las negociaciones durante el gobierno de Calderón.
Al no resultar ganador de estas elecciones de 2012, el roll que han escogido para desempeñarlo, López Obrador y equipo que lo acompaña, entre los cuales hay reformistas y radicales, como ocurre en todo movimiento de transformación social o política, es el de exhibir las anomalías, ¿lo logrará con la estrategia del todo o nada?
La incorporación del elemento joven a la dinámica de las protestas intensifica el volumen de las mismas y, sin duda, conforma un ingrediente de singular importancia en el desarrollo político de este país, que sin embargo se vería entorpecido si en vez de pensar en soluciones de Estado hay empecinamiento en ganar en la mesa una elección que se perdió en el berenjenal de las añejas trampas electorales. Salvo que MORENA no sea una entelequia y despierte, es un hecho que México no transita por el todo o nada, ahora se requiere de una estrategia de oposición inteligente.
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