En reciente discusión con el diputado
Tomás López respecto a la intranquilidad que se vive en la zona centro del
estado debido a la banda criminal que viene realizando desde hace tiempo
secuestros a todo tipo de personas, comentábamos de los costos, no sólo para
las familias de los catorce o quince que siempre están cautivos en la casa de
seguridad, esos que salen liberados y de inmediato son sustituidos por otros,
(por eso la marina afirma que hay un promedio de cuatro secuestros a la semana
en Córdoba y la región, liberan a cuatro
y atrapan a otros cuatro).
Definitivamente en las familias afectadas,
hay una merma en el patrimonio, y un profundo trauma psicológico del cual no se
van a liberar hasta las siguientes generaciones… La sensación de intranquilidad y de angustia
nadie se las quita, a pesar de haber logrado negociar la liberación de sus
familiares. Más grave es el caso de
las familias que no cuentan con los recursos económicos suficientes, y no pueden
sufragar el rescate solicitado, lo cual genera hasta sensaciones de
culpabilidad entre los miembros, por no ser lo suficientemente exitosos como
para poder tener los recursos para comprar la libertad de sus familiares.
Pero no es sólo a las familias
directamente afectadas a quienes se daña con estas prácticas. Toda la comunidad
sufre un menoscabo en su patrimonio y la región disminuye sensiblemente su
capacidad de generar riqueza y bienestar para sus habitantes.
El fenómeno analizado desde un punto de
vista estrictamente económico implica en principio menos actividad en
servicios, pues los ciudadanos dejan de salir de sus casas para divertirse, en
particular en las noches, lo cual afecta a cines, restaurantes, cafeterías,
bares, centros nocturnos, etc. Las
mujeres dejan de reunirse en restaurantes y hasta los novios dejan de salir a
tomar un refresco. Si a ello le
añadimos el efecto que causa el que muchos profesionistas reduzcan sus horas de
trabajo, e incluso, algunos decidan emigrar de la ciudad, el resultado es que
se trabaja menos y se genera menos riqueza.
Y si de patrimonio se trata, también los
bienes raíces y los negocios pierden valor… Pasa lo mismo que en una época en
Tijuana y hoy en Tamaulipas vemos como normal.
Alguien desea vender una propiedad, y no hay comprador. Los bienes
pierden todo su valor en el mercado.
Incluso los bancos en caso de hipotecar el bien, castigan muchísimo su
valor, en función de una nula demanda.
Las personas que tienen negocios y crean empleos, pierden también,
porque todos comienzan a cerrar más temprano ya que sus clientes acuden en
horarios diurnos y los nocturnos se vuelven horarios fantasma, pues nadie
circula, nadie compra, nadie sale de sus casas.
Los mismos trabajadores, cuando se sienten
amenazados reducen de manera inconsciente su productividad, ya que la mente la
tienen en los riesgos de circular por ciertos lugares, en ciertas horas… Y este
efecto se nota también cuando es la temporada de extorsiones telefónicas. Los corazones sencillos de la población se
alteran, y muchos de ellos caen en el juego de depositar algo para aquéllos que
realizan la extorsión desde las prisiones del país.
Cuando no hay confianza en las
instituciones de procuración e impartición de justicia, se genera un clima que
es perjudicial para los negocios… Las empresas ya no mandan a sus agentes
viajeros, los clientes que venían de otras regiones, deciden cambiar su lugar
de compra, ante los riesgos supuestos o reales de comprar en la ciudad. Y así, lentamente caemos en un círculo
vicioso, que provoca que todo en la ciudad se devalúe.
De repente se observan muchos comercios
cerrados. Las industrias son
administradas desde lejos por sus propietarios, y dejan funcionarios de menor
nivel a cargo de la administración local.
Y otra vez, toda esa gente de alto poder adquisitivo que ha decidido
salir de la ciudad ante el posible riesgo de secuestro, deja de gastar aquí y
se lleva sus recursos a otra ciudad.
Poco a poco, el valor de los bienes de la
ciudad se reduce, al grado de que en poco tiempo el prestigio comercial,
industrial y de negocios se pierde totalmente, como se pierde la posibilidad de
nuevas inversiones en la zona. Por eso los gobiernos pregonan a los cuatro
vientos la seguridad de sus áreas de influencia, para atraer nuevas inversiones
y generar empleo. Pero en este caso, el
efecto es exactamente el contrario… Cada vez cierran más empresas o se reducen
las que quedan, se pierden nuevas inversiones y de repente la economía regional
se estanca o entra en recesión por factores internos, sin importar las
condiciones externas que pueden favorecerla o no.
Así, un presidente municipal que se
esconde ante los problemas de criminalidad y deja todo en manos del mando
único, logra eludir su responsabilidad, achacar los problemas de inseguridad al
estado, pero en realidad oculta que no cumple su función como líder de un
municipio. Un gobernador que deja que
áreas completas de su estado se contaminen por el crimen organizado termina con
resultados raquíticos, contra las posibilidades de lucimiento ante un
crecimiento real de la economía que gobierna.
Y el presidente de la República tiene ante sí un grave rompecabezas,
pues acaba ofreciendo a los inversionistas la opción de sólo ciertas áreas de
la república, que son seguras para ellos, mientras que el resto del país se
debate en condiciones de supervivencia del más fuerte, pero también generando
un caldo de cultivo para estallidos sociales que pueden volverse incontrolables
como el caso de las autodefensas de Michoacán, que además de combatir a los
templarios con armas de uso exclusivo del ejército, a ciencia, paciencia y ojos
vistas de la autoridad, también comienzan a combatirse entre ellas mismas,
creando guerras de guerrillas, en un convulsionado México que ya sufre la
guerra entre cárteles, y la guerra entre estos y las fuerzas federales.
Un estado de intranquilidad social es malo
para los negocios, y cuando hay intranquilidad no hay inversión, sin inversión
no hay empleo, y sin empleo no hay tranquilidad social. Es un monstruo que se alimenta a sí mismo, y
nos lleva a situaciones todavía más graves y lamentables de las que ya de por
sí hoy estamos viviendo.
Sin embargo, el miedo paraliza a la
población, a los líderes, a los ciudadanos, y esto hace que todo sea permitido.
Abusos de los delincuentes y abusos y negligencia de la autoridad. Luego nadie se llame a engañado, cuando
termine totalmente devaluado su patrimonio, su ciudad y su futuro.
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