25 de abril de 2012
Sería afrentoso e insensible olvidarnos sin más del trágico accidente carretero ocurrido en el norte del estado el viernes 20 del presente mes en el que murieron decenas de veracruzanos dejando una estela de amargo dolor a familiares, amigos y, supongo, que sembró inquietudes en la sociedad veracruzana. Inquieta saber que la causa eficiente de este lamentable acontecimiento radica en el fracaso de una Revolución a la que recientemente hemos rendido honores; por supuesto, nada que recriminarle al movimiento revolucionario en sí, sino a los gobiernos que no supieron ni han podido responderle al pueblo con hechos para alcanzar el progreso que con tanta alharaca proclaman en sus vacuos discursos.
Acontece esta desgracia para innumerables familias veracruzanas precisamente cuando estamos inmersos en un proceso electoral en vías de renovar al titular del Poder Ejecutivo Federal y a los integrantes del Congreso de la Unión, incluye el debate público respecto de una “guerra” que los actores políticos llaman “sucia” porque los exhibe tal cual son, pues descubre que no cumplen con lo que prometen, pero que a cambio se nos da la oportunidad de conocer tal cual son a quienes pretenden nuestro voto.
En su discurso de campaña, el 17 de abril en la Plaza Lerdo de la ciudad de Xalapa, Andrés Manuel López Obrador expresó una verdad ya muy conocida por los veracruzanos: en Veracruz, dijo, “hay mucho abuso del poder y corrupción. Ese es el principal problema y, si queremos que las cosas cambien, tenemos que hablar con la verdad; muchos estaban atontados por la fidelidad, por el bombardeo de la fidelidad, tanto en la radio, en la televisión como en la prensa. Ahí tienen su fidelidad”. La frase fue festejada con una enorme rechifla contra el ex gobernador Herrera Beltrán; las causas de esta nada cordial reacción las conocemos los veracruzanos y habrá que reconocer que les asiste la razón.
Porque para nadie fue un secreto que el ex gobernador mentía cuando afirmaba que había puesto fin a la emigración de veracruzanos hacia el norte buscando empleos; pues mientras él declamaba la creación de empleos, investigadores universitarios afirmaban que Veracruz era (es) uno de los principales estados expulsores de mano de obra y porque aún desde el interior de la estructura de su gobierno se escuchaban voces que
contradecían con alabastrinas cifras su arrabalero discurso. Tomemos para confirmar este aserto lo que el sociólogo de la UV. Carlos Garrido afirmó el 28 de octubre de 2009: “Sabemos que no se ha reducido el flujo de migrantes veracruzanos, se ha mantenido y el estimado que tenemos de 2005 a 2008 es que se realizan entre 7 mil y 4 mil cruces de veracruzanos que pueden ir y regresar, aunado a los 2 mil 500 que se van cada año en busca de una mejor condición de vida… tan sólo en la zona fronteriza con Estados Unidos se encuentran poco más de 200 mil veracruzanos”, nadie desde el gobierno desmintió la aseveración que contradecía al gobernador.
Aún más, en agosto de 2010, el Director del Copladever, Rafael Arias Hernández, aseguró que “Aproximadamente 65 mil jóvenes veracruzanos emigran cada año debido a la falta de oportunidades y la pobreza que padecen en la entidad… ante la falta de posibilidades de desarrollo y las fracasadas políticas de crecimiento económico de autoridades de todos los niveles, los jóvenes se vuelven presa fácil de empleos irregulares….En el caso del estado de Veracruz, (de acuerdo a cifras del Consejo Nacional de Población CONAPO) de un promedio de 100 mil veracruzanos que emigran cada año, 65 mil sean jóvenes, esto debido a la pobreza, falta de oportunidades de estudio en universidades públicas y falta de empleo para profesionistas y para quienes no pudieron tener acceso a la educación, y sobre todo, la falta de estrategias de generación de empleo para tener una vida digna” (Imagen el Golfo 15-VIII.2010)
No obstante estas contundentes notas, en el último año de su gestión Fidel Herrera ocupó recursos del erario para montar la gran farsa de “repatriar” a los llamados “juarochos”, tal cual lo empezó a difundir desde febrero de 2010; “un programa de retorno de migrantes que viven en la frontera” en donde “están expuestos al clima de violencia y a la inestabilidad en que tiene la delincuencia organizada a sus habitantes” Según él, “la migración de paisanos a estados como Chihuahua o Tamaulipas disminuyó tanto que incluso los mismos camioneros que se dedicaban a llevar semana con semana a los "paisanos", dejaron de tener empleo, razón por la que la administración estatal les tuvo que dar trabajo como concesionarios del transporte público…Antes veíamos cómo se iban los camiones repletos de para Ciudad Juárez, hoy que tenemos un clima de inversión, de empleo y de seguridad óptima, estamos listos para su regreso y ofrecer las oportunidades necesarias".
En el colmo de la desfachatez aquel mandatario llegó a afirmar que podían regresar “gracias a las compañías asentadas del petróleo y del gas, además de los programas de mecanización y de impulsar proyectos productivos, además con los avances de infraestructura, de caminos y puentes, estamos listos para ofrecerles un regreso seguro en su tierra”. (Diario de Xalapa 24-II-2010).
El colmo: “Aquí los vamos a recibir con cariño en una tierra donde habrá oportunidades, donde habrá empleo, donde las inversiones seguirán... pero también en las mejores condiciones de salud, aquí tendrán Seguro Popular, así como en cuestión sanitaria, pues en la frontera hay mucho tipo de enfermedades".
Para que no haya duda de que efectivamente a más de uno tenía “Choreado”, como dice el Peje, la siguiente mentira plena de sarcasmo y burla es de antología: “hay colas y colas en la oficina de Veracruz en Ciudad Juárez de migrantes que desean regresar a su tierra; si al principio lo hicimos por aire fue para evitarles el paso por entidades en donde se les agredía y peligraban sus vidas…”.
De allí que la rechifla al ex gobernador haya sido bien merecida y debiera hacerse extensiva a otros gobernantes que no ven sino la coyuntura del presente, ignorando que las mentiras siempre saldrán a flote, aunque las que aquí hemos relatado estuvieron a la vista de quienes no cerraron los ojos por complicidad, antípodas de la oprobiosa unanimidad del silencio cómplice a cambio de generosas dádivas con dinero público.
Tal manera de gobernar es perniciosa, nunca falta quien la practique ya sea por estilo, carácter o patologías personales; lo grave es hacer escuela y que haya seguidores y discípulos así deformados; pero más grave aún es que la ciudadanía permanezca indiferente, ausente, impávida, como hibernando, sin reclamar cambios que produzcan resultados para el progreso. Recuérdese el grito desesperado de José López Portillo cuando ya a punto de entregar el poder político exclamó: ¡ya nos saquearon, no nos volverán a saquear! Aquello fue en 1982 y, sin embargo, años más tarde se repitió en Veracruz ¿o no?
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