¡ADELANTE!
Se ha repetido una y mil veces que las próximas guerras no serán ni por el petróleo ni por el oro ni por nada que se le parezca, sino por el agua.
Sólo quien ha padecido su escasez sabe lo que esto significa, pero cuando la tenemos aparentemente en abundancia, la derrochamos sin piedad y sin importarnos que otros carezcan de ella.
Nos bañamos a regadera abierta y tomándonos todo el tiempo del mundo, lavamos autos, pisos, banquetas y hasta calles con manguera abierta mientras en estados del norte del país sufren la peor sequía de los últimos 50 años.
Las autoridades correspondientes no se preocupan por reparar las tuberías subterráneas por donde se fugan miles de litros diariamente. Para qué, son obras urgentes, pero no se ven.
Eso sí, imponen altas tarifas y hasta cobran de más a usuarios cautivos, mientras a influyentes prácticamente les regalan el servicio al permitirles que no paguen durante años.
En estos días preelectorales debemos exigir a los candidatos que se legisle y tomen medidas enérgicas para resolver el desabasto de agua.
Es tiempo de que el presidente de la república, el gobernador y los alcaldes tomen el toro por los cuernos y ataquen con acciones profundas e integrales este problema mundial que nos atañe directamente a todos.
Aquí, en Xalapa, en temporada de estiaje nos falta el agua y en época de lluvias, sufrimos de inundaciones.
La solución está en construir depósitos y plantas para captar, tratar y almacenar el agua de lluvia. No permitamos el desperdicio de miles o millones de litros.
Y tengamos cuidado al bañarnos. El agua que inconscientemente regamos la necesitan otros.
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