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lunes, 10 de septiembre de 2012

Expectativas frustradas Por: Alfredo Bielma Villanueva


CAMALEON


9 de septiembre del 2012
Cuando el Partido Revolucionario Institucional gobernaba de manera hegemónica en el país e imponía el ritmo de los acontecimientos políticos, en el interregno que iba del resultado de la elección presidencial a la toma de posesión del nuevo presidente, la especulación por excelencia consistía acerca de cómo se iba integrar el gabinete del gobierno federal. En la incógnita se barajaban infinidad de nombres de los políticos del momento, la frecuencia en que se atinaba en los pronósticos no era muy mayor pues al final aparecían nombres hasta entonces poco conocidos pero que a la vuelta de los seis años del periodo presidencial se convertirían en factótum de poder para el futuro inmediato.
En los estados, al menos en el de Veracruz, la cantaleta de siempre consistía en saber si el presidente le haría la invitación al gobernador en turno para incorporarlo a su equipo de trabajo. Las más eran especulaciones vanas, simples buenos deseos porque en la mente del presidente electo no había ninguna intención, tal como se comprobaba el primero de diciembre. No quería decir sin embargo que fuera imposible tal invitación, significaba simplemente que no se concretaba con regularidad. En lo que a Veracruz corresponde, por ejemplo, que se recuerde del “reciente pasado” la invitación presidencial a un gobernador es la que en 1988 recibió el de Veracruz, Fernando Gutiérrez Barrios, del entrante presidente Carlos Salinas de Gortari. Antes de ese episodio el prototipo más relevante fue la invitación que le hiciera en 1940 don Manuel Ávila Camacho, entonces candidato del Partido de la Revolución Mexicana a la presidencia de la república, al gobernador veracruzano Miguel Alemán Valdez, para que le coordinara su campaña.
Lo cierto es que en la invitación a un gobernador para integrarse al gabinete presidencial intervenían diversos factores, aún vigentes, entre ellos figuraba la composición de grupos de interés político forjados en el acomodo de grupos de elite en torno del personaje con perfil presidenciable. Así había acontecido, por ejemplo, en el caso de Miguel Alemán Valdés quien integró su equipo de gobierno principalmente con un grupo de amigos universitarios que inauguraban una nueva etapa en la vida política del país; México vivía una auténtica transición al pasar del mando político castrense al arribo de un mayor número de civiles universitarios la elite política mexicana. La incorporación de Miguel Alemán a niveles de alcance nacional proveniente del gobierno veracruzano se debía a su destacada participación en los álgidos momentos de la expropiación petrolera cuando conformó y lideró un fuerte grupo de gobernadores para apuntalar la política expropiatoria del presidente Cárdenas. En su momento, esa actitud fue correspondida con la invitación del candidato Ávila Camacho para que coordinara su campaña y su posterior nombramiento como secretario de gobernación avilacamachista.
Cuando Alemán Valdez fue presidente de la república (1946-1952), a la muerte de su primer secretario de gobernación en 1948, el doctor Pérez Martínez, para sustituirlo invitó al gobernador veracruzano Adolfo Ruiz Cortines para que ocupara el cargo vacante.
Como presidente, Adolfo Ruiz Cortines siendo veracruzano no invitó al gobernador de su estado, Marco Antonio Muñoz, quien estaba definido como un alemanista puro, circunstancia esta que le propició un enfriamiento político durante el gobierno ruiscortinista. Adolfo López Mateos (1958-1964) tampoco invitó al gobernador veracruzano Antonio Quirasco, pero sí decidió que el sucesor de este en el gobierno estatal fuera su gran amigo Fernando López Arias (1952-1968), quien se desempeñaba como su Procurador General de la República. El presidente Gustavo Díaz Ordaz, sucesor de López Mateos, que juntos habían sido senadores de la república en tiempos del presidente Miguel Alemán y allí coincidieron con Fernando López Arias, no invitó a este último a su gabinete, pero en cambio decidió que su sucesor en el gobierno veracruzano fuera su buen amigo Rafael Murillo Vidal (1968-1974), quien tampoco fue invitado por el siguiente presidente Luís Echeverría a su gabinete.    
Siendo presidente electo el Lic. Gustavo Díaz Ordaz, con la ironía y sarcasmo característicos de su muy singular inteligencia y disposición para la cosa pública, cuando se le preguntaba si tenía el propósito de invitar a tal o cual gobernador para que lo acompañara en el gobierno, gustaba en decir: “si lo está haciendo bien, es mejor que se quede y si lo está haciendo mal ¿para qué me lo traigo?
Sin embargo, invitó al gobernador de Tabasco, Carlos Madrazo Becerra, para que encabezara al Partido Revolucionario Institucional. Las razones de esa invitación a Madrazo para incorporarse al primer equipo de Díaz Ordaz radicaban, entre otras circunstancias, en que cuando a Gustavo Díaz Ordaz se le mencionaba para la presidencia de la república, un grupo de gobernadores propulsó su proyecto y entre ellos destacaba el tabasqueño, un destacado actor político con el que Díaz Ordaz había coincidido en la Cámara de Diputados entre 1943-1946.
Pero lo realmente importante para los veracruzanos no es si Peña Nieto invitará o no al gobernador veracruzano Duarte de Ochoa como su colaborador en el gobierno que encabezará a partir del 1° de diciembre, sino la voluntad que manifieste para sacar a Veracruz del bache en que se encuentra. Está visto que nuestro gobernador no es amigo de Peña Nieto ni pertenece a un grupo político con fuerza nacional; tampoco se advierten razones que permitan inferir su posible incorporación al gabinete, salvo las que se refieren al resultado electoral. Aun aceptando esta última inferencia como valedera, su implementación se antojaría una medida demasiado agresiva para el Pacto Federal precisamente cuando se habla de un PRI diferente y de un nuevo régimen.
En este sentido, lo que fuere que vaya a ocurrir está ya a la vuelta de la esquina y no tiene caso en abundar en especulaciones sin sentido cuando lo realmente importante estriba en saber cómo vamos a salir del profundo socavón socioeconómico en el que nos encontramos los veracruzanos.

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